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Semana Santa de Covid-19

Escrito en GUANAJUATO el

Más allá de los rituales significativos del catolicismo, entre quienes estamos llamados y llamadas a vivir una fe profunda ¿qué significado especial cobra la llamada Semana Mayor en el contexto del covid-19?

La respuesta depende del lugar que ocupa la realidad concreta en el compromiso cristiano y aquí se abre una gran cantidad de caminos correspondientes a la compleja reacción de la población católica a los retos planteados por el entorno en que nos movemos. Hay quienes viven una fe intimista, ritual y separada de la vida y en otro polo, las y los que encuentran en la realidad social –sobre todo de quienes más sufren las desigualdades- un buen motivo para el compromiso, con soporte de fe. Por supuesto que entre estos dos polos estamos la mayoría de las personas.

 

Una de las innovaciones radicales del cristianismo es que presenta un Dios que se abaja y se hace de estatura humana, en el sentido de encarnarse en las realidades concretas, pero no para quedarse ahí sino para anunciar el triunfo potencial de la vida sobre la muerte, del bien sobre el mal. La esperanza activa para construir un mundo más habitable en todos sentidos, social, político, medioambiental, puede ser el eje de la respuesta cristiana a los problemas del mundo. A esto se le denomina construir el Reino de Dios en su dimensión histórica.

 

El pensamiento social católico considera que “de la dignidad de la persona humana, de sus derechos y de su sociabilidad derivan los demás principios permanentes de reflexión que orientan y regulan la vida social. Entre ellos… se pueden señalar los que se refieren al bien común, a la solidaridad, a la subsidiariedad, a la participación, a la concepción orgánica de la vida social y al destino universal de los bienes” (Cardenal Baum, 1988). La teología latinoamericana agrega, con fuerza, la evangélica opción por los pobres.

 

Lo que le haga bien a las personas, lo que provoque mayores condiciones estructurales para que opere la justicia social y el desarrollo de las personas (esta es la definición correcta de bien común), lo que produzca redes sociales de apoyo en la solución de los problemas comunes y particularmente de las y los excluidos y lo que pueda colaborar para que se intervenga en la toma de decisiones, son, en esencia, las líneas orientadoras que la marcan la ruta para una intervención pautada por los valores del Reino.


Proclamarue Dios ha prometido un futuro mejor para la humanidad es una afirmación innegable desde la fe, pero no hacerse responsable del momento histórico como el actual, o agachar la cabeza frente a lo complicado del mundo, equivale a darle la espalda a la posibilidad de hacer realidad ese futuro prometido.

Creer y vivir con una esperanza activa debe interpelar quienes descalifican cualquier esfuerzo de transformación social por ser incompleto o perfectible. Lo que es peor, la ceguera para observar elementos esperanzadores en la realidad va produciendo una cierta invalidez ética que a fin de cuentas deriva en una incapacidad crónica para confiar en cambios humanizantes. 

 

Aunque la crisis económica y sanitaria está tocando las puertas de nuestras casas, puede resultar muy provechoso vivir una Semana Santa que al mismo tiempo sea esperanzadora y realista, no ilusoria, sino con la convicción de quien espera mejores momentos para su vida, para la de los demás y sobre todo para los más pobres y vulnerables, y trabaja para que esto sea posible.

Fr. Alberto Nolan OP, lo dice con mejores palabras: 
Creer en Jesús es creer que el bien puede y
tiene que triunfar sobre el mal. A pesar del sistema, 
y a pesar de la magnitud, la complejidad
y la aparente insolubilidad de nuestros actuales problemas, 
el hombre puede ser, y acabará siendo, liberado. 
Toda forma de mal… la
enfermedad, el sufrimiento, la miseria, la frustración,
el miedo, la opresión y la injusticia—
puede ser superada. Y el único poder capaz de lograrlo 
es el poder de una fe que crea en ello.
Porque la fe, como hemos visto, es el poder
del bien y la verdad, el poder de Dios.

 

Así es, o mejor dicho, así estamos invitados a que sea esta Semana Santa y la de Pascua; enfrentemos con mucha fe, valor y coraje nuestras múltiples incongruencias y desesperanzas.