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Salvando al Godín del Síndrome de la Cabaña

Para algunos de nosotros, el permanecer en casa ya no es una opción. | Aniela Cordero

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Escrito en OPINIÓN el

Llevamos un sinfín de días viendo las mismas paredes, rostros y compañía en nuestra casa. Nos hemos acostumbrado a esta nueva vida, pidiendo el súper a domicilio, revisando las páginas de compras en línea y buscando nuevos nichos como Instagram para encontrar nuevos negocios de dónde abastecernos. Ya no hay comedor, sólo la oficina, y seguimos en contacto con todos nuestros seres queridos a través de una pantalla.

Conforme el gobierno levanta restricciones, como reabrir antros y bares, muchas personas mueren por volver a salir, mientras que otras se mueren si vuelven a salir. Aumenta el miedo a compartir transporte público, convivir con extraños, o incluso con gente conocida, por la incertidumbre del contagio, de los asintomáticos y de las consecuencias que el dejar un espacio seguro para nosotros significa.

Pero, no todo fue así al principio. En las primeras semanas del confinamiento, todos experimentamos en mayor o menor medida enojo ante la incertidumbre y obligación de no salir, estábamos inquietos, nos sentíamos agitados, no podíamos concentrarnos, dormíamos menos y estábamos mucho más ansiosos. Todo ese sentir, es completamente normal y natural ante un encierro largo e imprevisto; pero, así como eso es natural, también lo es el experimentar irritabilidad ante la mera posibilidad de regresar a la calle, sobre todo cuando pasamos más de 50 días encerrados.

Para algunos de nosotros, el permanecer en casa ya no es una opción. Ya sea porque en nuestro trabajo están regresando a las oficinas físicamente, porque necesitamos conseguir trabajo u otra fuente de ingresos, o porque debemos hacerlo por alguna circunstancia fuera de nuestro control. Ante estos casos, ¿qué podemos hacer si nos sentimos ansiosos, irritados y con miedo de salir?

Primero, lo primero. Al contrario que con el inicio del confinamiento, las salidas deberán empezar a ser graduales, con poco tiempo de estar fuera al inicio, y poco a poco aumentarlo, así como la frecuencia de las salidas. Cada vez que tengamos que salir, busquemos una manera de disfrutarlo, ya sea sintiendo el sol en la piel, aprovechar a visitar nuestro parque favorito. Si asociamos las salidas con algún estímulo placentero, nos costará menos trabajo la siguiente vez, y así sucesivamente.

Lo segundo, es sí o sí, tomar todas las medidas de seguridad, tanto personales como las de los lugares que visitemos. Frente a la alta tasa de contagios que aún sigue dándose en el país, lo mejor que podemos hacer (en el caso de tener que salir) es seguir las pautas de higiene, distanciamiento social, lavado constante de manos, y el bañarnos inmediatamente después de regresar a casa, nos pueden proporcionar una gran sensación de seguridad.

Hoy, más que nunca, debemos aprender a escucharnos y a atender nuestras necesidades, tanto físicas como emocionales para que podamos continuar saliendo adelante. Lo que estamos viviendo es algo excepcional, y no hay una única manera de salir de esto. Como es normal tener miedo, también es normal quererlo superar. Y no tengamos miedo de buscar ayuda profesional si sentimos que la situación se nos está saliendo de las manos.