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¿Salir sin miedo?

Una “nueva normalidad” se está construyendo, pero no se nos ha informado cómo es ni qué debemos hacer para frenar la tercera ola. | José Antonio Sosa Plata

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Escrito en OPINIÓN el

Las cifras de contagios y muertes del coronavirus dejaron de sorprender. Hoy, son parte de la información cotidiana y rutinaria de algunos medios de comunicación. A muchos, ya no les preocupan. Solo están reflejando la verdadera “nueva normalidad” que se vive en el país. Está claro que con pandemia o sin pandemia, tenemos que seguir adelante.

Las decisiones económicas y políticas se impusieron a las sanitarias. Para muchos gobiernos en el mundo fueron muy elevados los costos de tener a la gente encerrada. Los graves efectos que tuvieron estas decisiones en el corto plazo los llevaron, con seguridad, a modificar las primeras estrategias y protocolos.

En 2021 no hemos vivido nada parecido al miedo e incertidumbre que experimentamos en 2020. La vacunación y los procesos naturales de ensayo-error modificaron el paradigma de lo que debe hacer la sociedad para reducir los impactos de la pandemia. Sin embargo –y a pesar de la racionalidad que está detrás de estos difíciles procesos– la comunicación no ha funcionado tan bien como se esperaba.

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Aunque la confusión sobre qué hacer para enfrentar al virus persiste en una parte de la población, la mayoría conocemos con cierta precisión las medidas elementales que es preciso tomar para no contagiarse. Sabemos la importancia que tiene el uso del cubrebocas, el lavado constante de manos, el estornudo “de etiqueta” y la sana distancia, entre otras importantes medidas.

Pero como muchos ya perdieron el miedo, un gran número de personas asumen los riesgos y los costos por no protegerse. La vida tiene que seguir, ciertamente. Y más cuando el gobierno de la República asegura que ve próximo el ¨declive" de la tercera ola, a pesar de que la semana pasada se registraron los mayores récords de contagio y se superaron los números del segundo pico de enero.

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Quizá por el “optimismo” que tienen las autoridades en sus proyecciones, tampoco impacta a la gente que más niñas y niños estén enfermando y muriendo por covid. No hay motivos de duda cuando afirman, de manera contundente, que "en el mundo no existe evidencia de epidemia por covid-19 en menores de edad".  Tanta seguridad tienen que el 30 de agosto reiniciarán las clases presenciales en casi todo el país, no obstante que faltan 43 millones de mexicanos por vacunar

A pesar de lo anterior, los datos oficiales consignan que “se han infectado más de 60 mil niñas, niños y adolescentes. Tan solo en la primera semana de agosto, se presentaron más de mil 800 casos nuevos. De este total, mil 062 son adolescentes de 12 a 17 años; 436 son menores de entre seis y 11 años; y 303 niñas, niños y bebés menores de cinco años.

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Para algunos, estos números reflejan una verdadera tragedia que no puede pasar desapercibida. Para otros, es una situación que no debería ser motivo de preocupación si se considera el problema desde una perspectiva global. Lo cierto es que cuando lamentablemente mueren siete motociclistas en la carretera México-Cuernavaca, o hay una explosión de gas en un edificio, donde muere una persona y otras 29 resultan heridas, las noticias no dejan de conmovernos.

En los procesos de gestión de crisis, el manejo de las emociones sociales es fundamental. Pero ante el escenario inédito que estamos viviendo, lo mejor es promover que sea la misma sociedad la que se organice para salir lo más pronto posible de la tercera ola. Más aún cuando está bien claro que la restricción de quedarse en casa se quedó en el pasado y que otra nueva normalidad está en proceso de construcción.

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Una sociedad con miedo se paraliza y puede llegar a ser violenta e irracional. Al país no le conviene. Pero una sociedad confusa, mal orientada o desinformada puede ocasionar mayores daños de los que hoy se pueden prever. En México somos ejemplo de valor, fortaleza, solidaridad y compromiso cuando hemos enfrentado situaciones adversas de enormes proporciones. La capacidad y la energía ahí están, pero deben conducirse con mucho cuidado.

A diferencia de lo que ha sucedido con los terremotos, por ejemplo, con la pandemia no podemos esperar tan fácilmente que la organización fluya de manera espontánea. Mucho menos sin el liderazgo de quienes tienen el poder, los recursos y la información necesaria para hacerle frente. Los puntos de conflicto y confusión para seguir adelante están bien claros. Desafortunadamente, no podemos decir todavía que la comunicación esté contribuyendo a resolverlos. 

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Reino Unido fue una de las primeras naciones que redujo las restricciones a sus habitantes y estableció reglas más claras y duras con los turistas. Con sus ventajas y desventajas, el experimento avanza y parece que funciona bien. En México no se está optando por un Freedom Day, pero en la práctica estamos muy cerca. Aunque algunos expertos auguran el “desastre global” del proyecto, el riesgo de dejar buena parte de la responsabilidad en la gente podría funcionar.

El Gobierno de la República ha demostrado que la vía del acuerdo funciona mejor que las sanciones. También optó con determinación por seguir adelante con la reapertura de la economía y el regreso a clases presenciales, aunque todavía siga pensando en mantener el home office con las y los servidores públicos. Lo malo es que los mensajes confusos o contradictorios, además de los juicios de valor siguen actuando en contra de la estrategia de comunicación que se necesita para que la sociedad asuma con éxito la responsabilidad que hoy tiene en sus manos.

Recomendación editorial: Pedro Nel Sánchez Villera. Educación y coronavirus / Covid 19. Bogotá: Ediciones de la U, Febrero de 2021.