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¿Podrá enviarse notificación por oficio distinto al que se entrega a oficina de comunicaciones públicas?

Primera parte.

Por
Escrito en OPINIÓN el

El artículo 246 ordena que si el encargado de la oficina pública de comunicaciones no envía el oficio de referencia en los casos en que el domicilio de la autoridad se encuentra fuera del lugar del juicio, debiendo enviarse el oficio por correo en pieza certificada con acuse de recibo, se le impondrá multa de cien a mil días.

 

Aquí, en este momento, es cuando me pregunto… ¿y si lo envía pero con otro contenido?

 

En la novela de Alejandro Dumas “El Conde de Montecristo”, se cuenta la siguiente historia que no puedo dejar de contarles…

 

A la mañana siguiente el Conde de Montecristo fue a visitar un telégrafo; tomó el camino de Orleáns, pasó el pueblo de Linas, y llegó a la torre de Monthery, situada como es sabido, en el punto más elevado de la llanura de este nombre.

 

Al pie de la colina, el conde echó pie a tierra, y por un pequeño sendero de dieciocho pulgadas de ancho, empezó a subir la montaña; así que hubo llegado a la cima, se encontró detenido por un vallado sobre el cual los frutos verdes habían sucedió a las flores sonrosadas y blancas.

 

Montecristo buscó la puerta del pequeño jardín, y no tardó en hallarla. Consistía ésta en una especie de enrejado de madera, que rodaba sobre goznes de mimbre, y cerrada por medio de un clavo y de un bramante bastante grueso. En un instante quedó el conde enterado del mecanismo y la puerta se abrió.

 

Montecristo se detuvo, después de haber sujetado la puerta con el clavo y la cuerda, y abarcó de una mirada toda la propiedad. De repente tropezó con un bulto oculto detrás de una especie de matorral; este bulto se levantó dejando escapar una exclamación que denotaba asombro, y Montecristo se encontró frente a un buen hombre que representaba unos cincuenta años y que recogía fresas, las cuales iba colocando sobre hojas de parra.

 

Tenía doce hojas de parra y casi el mismo número de fresas. El buen hombre, al levantarse, estuvo a punto de dejar caer las fresas, las hojas y un plato que también llevaba consigo.

 

—¡Hola!, está recogiendo fresas, ¿eh?— dijo Montecristo sonriendo.—Perdone, caballero— respondió el buen hombre quitándose su gorra, no estoy allá arriba, es verdad; pero ahora mismo acabo de bajar.

 

—Que no le incomode yo en nada, amigo mío— dijo el conde, tome sus fresas, si aún le queda alguna por coger.

 

—Le pido perdón, de nuevo, caballero: ¿Es tal vez algún jefe a quien hago esperar?

 

Interrogaba con una mirada respetuosa y tímida al conde y a su frac azul.

 

—Tranquilícese, amigo mío, no soy un jefe que vengo a inspeccionar sus acciones, sino un simple viajero conducido por la curiosidad, y que empieza a echarse en cara su visita al ver que le hace perder su tiempo.

 

—¡Oh!, tengo tiempo de sobra—, repuso el bueno hombre con una sonrisa melancólica. Sin embargo, es el tiempo del gobierno, y yo no debiera perderlo; pero había recibido la señal que me anunciaba que podía descansar, una hora y ya ve, aún tenía diez minutos de qué disponer; además, mis fresas estaban maduras y un día más…