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Mujeres peligrosas: de las calles a las redes sociales

Las mujeres podemos ser muy peligrosas debido a la indignación y la furia contenida ante esta injusticia social que violenta nuestros derechos. | Edith Chávez Ramos*

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Escrito en OPINIÓN el

Sí, las mujeres podemos ser muy peligrosas para el sistema heteropatriarcal. A lo largo de la historia hemos sido pieza clave en la transformación social, política, económica y cultural del mundo. 

Las mujeres estamos cada vez más indignadas e incluso furiosas por los roles reproductivos y de cuidado que nos han sido socialmente asignados, limitadas por la división sexual del trabajo y las brechas de género; los estereotipos impuestos por sociedades misóginas, autoritarias y violentas; mientras los hombres escriben la historia, redactan las leyes, se reparten los recursos naturales y productivos. 

Ellos, a diferencia de nosotras, dominan el mundo y se apropian incluso de los cuerpos de las mujeres, generalmente desde una posición irreflexiva y acrítica, de privilegio e incluso de ofensiva ante las causas que dan origen a las desiguales, inequitativas e injustas condiciones de las mujeres, factores que sin duda se tornan caldo de cultivo de las protestas y movilizaciones. 

Y para muestra, algunos botones en el actual contexto de la pandemia por covid-19, que agrava las desigualdades: 

a) 6 de cada 10 mujeres no pueden acudir a una institución de salud pública por no ser derechohabientes1; b) el insuficiente acceso a servicios públicos de salud ha generado que la atención a las personas enfermas esté principalmente en manos de las mujeres en el ámbito familiar; c) los contagios por covid-19 han mermado la economía de los hogares y principalmente de las mujeres, quienes reciben menores ingresos que los hombres (el salario promedio de las mujeres es 30% menor que de los hombres en México)2; d) 6 de cada 10 mujeres laboran en la economía informal; e) 64% de las personas trabajadoras con bajos salarios son mujeres; f) la pensión de las mujeres llega a ser 43% menor a la de los hombres, por lo que para las adultas mayores es más difícil sostenerse económicamente durante la pandemia; g) durante la pandemia 2 de cada 3 empleos perdidos eran realizados por mujeres3; y la gota que derrama el vaso, h) durante la pandemia los feminicidios se han incrementado4.

Sí, las mujeres podemos ser muy peligrosas debido a la indignación y la furia contenida ante esta injusticia social que violenta nuestros derechos de manera sistemática, pero estamos lejos de representar un peligro como lo son los hombres agresores.

Es el peso de la realidad ante la discriminación, la misoginia y la violencia incluso institucionalizada lo que da paso a la protesta y la movilización, a la toma de las calles, las plazas; al derribo de las vallas de la ignominia en Palacio Nacional, a las pintas, los vidrios rotos y los enfrentamientos con la policía en diversas entidades federativas del país. Incluso las mujeres también estamos tomando por asalto las redes sociales como estrategia disruptiva en la era digital. 

El legítimo derecho a la protesta, a la libertad de expresión y a la libertad de asociación tiene en el ciberespacio un nuevo campo de batalla que amplía la capacidad de las mujeres para hacer presencia pública y presión social.

En las redes sociales es posible intercambiar información, generar conocimiento colectivo, compartir experiencias y vivencias sobre lo que significa “ser mujeres” en sociedades patriarcales como la nuestra. Plataformas digitales como Facebook, Instagram, Twitter, Tik Tok y YouTube son los escenarios donde la expresión y la protesta de las mujeres encuentran nuevos espacios subversivos en tiempo real. 

Sin embargo, también en esas redes el patriarcado esparce su semilla y ante este contexto se vuelven fundamentales por lo menos tres factores críticos: 1) en el ámbito tecnológico, que las mujeres logremos una mayor inclusión digital; 2) en el ámbito político, que el feminismo logre articular discursos que visibilicen las necesidades básicas (de supervivencia) y promuevan los intereses estratégicos (para el empoderamiento y desarrollo) de las mujeres, a fin de que podamos ganar el debate público, generar conciencia crítica y cambios en los patrones socioculturales a favor de la equidad, la igualdad y una vida libre de violencia; y 3) promover estrategias de defensa colectiva de las mujeres, a través de todos los medios a nuestro alcance, principalmente las redes sociales, a fin de posicionar a las mujeres como sujetas de derechos y contribuir a facilitar el acceso a la justicia, el derecho al trabajo, la participación en la economía y la toma de decisiones; la descolonización y autonomía de los propios cuerpos, así como los derechos sexuales y reproductivos, incluido el derecho al placer y por supuesto, el derecho a la vida.

*Edith Chávez Ramos 

Candidata a doctora en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM. Egresada de la Maestría en Cooperación Unión Europea-América Latina, del Instituto Mora. Fue Jefa del Área de Investigación en Cooperación y Desarrollo en dicho Instituto. Actualmente es consultora en temas de género y desarrollo sostenible; así como asesora de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados.

1.  Censo de Población y Vivienda, 2020. Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).

2.  Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, 2018. INEGI. 

3.  Encuesta Telefónica de Ocupación y Empleo (ETOE, 2020). INEGI.

4.  Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio, sitio web consultado el 10 de marzo, 2021.