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La prosa poética de Gao Xingjian

La Gran Revolución Cultural es recordada como una realidad excepcionalmente amarga.

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Escrito en OPINIÓN el

La década de 1960 se caracterizó por ser un periodo marcado por los movimientos sociales en diversos lugares del planeta, encabezados por jóvenes idealistas, en su mayoría, muchachos universitarios que en busca de la libre expresión y de crítica al Estado, protagonizaron sucesos históricos recordados por la violencia utilizada por los diversos gobiernos para hacer acallar esas voces.

 

En México, Francia o China, los años del ’60 nunca quedarán en el olvido, primordialmente por la forma en que gobiernos silenciaron las protestas o inconformidades de sectores amplios de la población y el fondo fue sólo un pretexto para mostrar el rostro de la intolerancia y la ausencia del diálogo. En muy pocos casos fondo y forma responden a un mismo sentido de vida.

 

Centrándonos únicamente en China, en junio de 1966 surge un movimiento dirigido por Mao Tse-tung conocido como la Revolución Cultural (1966-1976) que emprendió su andadura bajo el impulso y la protección de los jóvenes “guardias rojos”, y que buscaba purgar en aquella nación todos los rastros del capitalismo y del elitismo a través de un programa que pretendía industrializar y modernizar el país a pasos agigantados.

 

En 1949 Mao tomó el poder y estableció la República Popular China, desmantelando la compleja estructura gubernamental que se había desarrollado después de la Revolución China ocurrida ese mismo año, también purgó el gobierno de elementos moderados y humilló a intelectuales y funcionarios públicos, enviándolos a trabajar a los campos; el sueño de Mao: “El gran salto hacia adelante”, no tuvo mucho éxito en algunos sectores, ya que se volvió una guerra ideológica y propagandística, la Gran Revolución Cultural se tiñó en numerosas ocasiones de sangre con actos y manifestaciones de violencia a cargo de sus adictos.

 

Gao Xingjian (Jangsu, 1940), es uno de esos artistas totales que ya no escriben con frecuencia en Occidente y que se vio enfrentado a la China de Mao, vivió muy de cerca el colapso que sufrió su país, el cual fue zarandeado, de un extremo a otro, por una ola de hipercriticismo contra todo lo establecido, conforme deseaba Tse-tung y experimentó la presencia del ejército en las calles de Pekín que acabó convirtiéndose en una verdadera masacre, y en el inicio de una dura represión en toda la nación.

 

De ahí parte la escritura de Gao Xingjian, del alma, de esa represión ocurrida en su país y que la catapulta en cada ser humano, en esa necesidad del “yo”, “tú” y “él”, esa triple encarnación en que nos podemos convertir y que al mismo tiempo buscamos.

 

La Gran Revolución Cultural es recordada como una época de pesadillas, una realidad excepcionalmente amarga, donde el pensamiento, la imaginación, el diálogo y la reflexión estaban prohibidos a todos los niveles. “La realidad era cruda, y todavía lo era más la política dentro de esa realidad”.

 

Toda persona instruida intelectualmente era reprimida por el sistema de Mao Tse-tung y debía ser enviada a los campos de cultivo, en donde les enseñaban a no pensar, no cuestionar; quienes vivieron este periodo han hecho del pensamiento una forma de vida y del raciocinio una dicha de gran valía.

 

Gao Xingjian es un chino exiliado en París, que recibió el Nobel de Literatura en 2000 y que escribe con todo detalle y sin tapujos sobre la debilidad de la naturaleza humana y el temor interior que sienten las personas bajo la opresión política; así lo demuestran sus dos novelas más importantes: El libro de un hombre solo y La Montaña del Alma. Libros que hablan desde el interior de Xingjian, con hondura de belleza y simplicidad, que hacen de cada párrafo un poema trágico de la vida; “muchos de los capítulos de su obra son realmente prosas poéticas filosóficas llenas de una comprensión completa de la vida”. [i]

 

En el exilio, la única tabla de salvación para Gao es la creación literaria o artística. Pero no por ello aboga por una “literatura pura”, por una literatura confinada en su torre de marfil, ajena del todo a la sociedad, muy al contrario, entiende la creación literaria como una suerte de desafío que el individuo lanza a la sociedad para poder sobrevivir, lejos de ser malo para él, el exilio en Occidente, le ha proporcionado nuevas referencias que le han servido para librarse de la nostalgia.

 

Gao Xingjian, el novelista, poeta, dramaturgo, director de teatro y pintor que la Revolución Cultural china nos “legó”, quien busca en su prosa la fluidez de ideas; quien aún en las frases de estructura complicada se esfuerza por dar primacía al oído para transmitir la sensación de la lengua, para evitar que el lector tenga por fuerza que buscar la explicación de cada palabra –esto para quienes gustan del análisis–.

 

El libro de un hombre solo, es un texto que nos invita al diálogo interior, a la lectura en voz alta, ejercitando el recuerdo y la realidad, la historia y la existencia, la conciencia y la escritura.

 

La Montaña del Alma, una novela en que los pronombres personales suplantan a los personajes, las impresiones psicológicas hacen las veces de la trama y los cambios de ánimo regulan el estilo; un texto formado por historias involuntariamente fabricadas, creada a partir de unos escritos a modo de apuntes de viaje que más bien se asemejan a un soliloquio.

 

En el decenio de 1960, todos los ciudadanos chinos tenían que llevar un ejemplar de las citas del presidente Mao, conocidas como el Pequeño Libro Rojo. Se publicaron ochocientos millones de ejemplares. En el decenio de 1960, Gao Xingjian comenzó su crítica intelectual en contra de la China Comunista. Hoy día, ha publicado catorce obras de teatro, seis ensayos sobre arte, cinco novelas y fue nombrado Caballero de la Orden de la Legión de Honor por el presidente del a República Francesa.

 

“He hecho de la creación literaria un modo de salvación o, mejor dicho, es mi modo de vivir. Escribo para mí mismo; no pretendo contentar a los demás ni transformar el mundo o al prójimo pues ni siquiera puedo transformarme a mí mismo. Lo importante es que hablo, escribo y nada más [ii]”, sentencia Gao Xingjian.

 

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[i] Liu Zaifu, del epílogo de El libro de un hombre solo.

[ii] Cita de Gao Xingjian.