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La homofobia: otra cara del machismo

Hay que reflexionar sobre la sexualidad y la diversidad humana, en torno al Día Internacional de la lucha contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia. | Jaime Rochín

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Escrito en OPINIÓN el

El Papa Emérito Benedicto XVI, señala en su biografía de reciente publicación que el matrimonio homosexual es “obra del Anticristo”; en otra ocasión afirmó que los homosexuales “están manipulando la identidad del género que les dio Dios, con lo que destruyen la esencia misma de la criatura humana”. Estas declaraciones no corresponden con lo que señala el propio “Catecismo de la Iglesia Católica”, en el punto 2358 al afirmar que las personas homosexuales deben ser acogidas “con respeto, compasión y delicadeza”, y que  “se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta”.

Estos señalamientos nos invitan a reflexionar sobre la sexualidad y la diversidad humana, en torno al Día Internacional de la lucha contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia a celebrarse el próximo 17 de mayo.

La heterosexualidad como sabemos, es la orientación más difundida y privilegiada del mundo moderno, por lo que la mayoría de las instituciones que hoy conocemos se fundan en su modelo de relación y de familia, hecho que no sólo excluye a los sectores de la población que no comparten esta orientación, sino que además genera un marco de tolerancia hacia ciertas prácticas perniciosas de las orientaciones heterosexuales:

En algunos casos, los encuentros heterosexuales pueden ser desagradables, forzados, destructivos o mercenarios. Pero mientras no violen otras reglas, las relaciones heterosexuales se les concede la plenitud de la experiencia humana. En cambio, toda la sexualidad ubicada en la territorialidad de lo malo es considerada como repulsiva y carente de cualquier matiz emocional. [...] La finalidad de situar un punto que marca los límites de los permitido es situar al otro en el terreno de los desconocido y amenazador. De esta forma, las identidades diferentes significarán un peligro al orden establecido. (Fonseca Hernández, 2006:23-24)

Las sexualidades disidentes, es decir, aquellas manifestaciones que no entran dentro de la normatividad heterosexual, no sólo son marginadas, sino en algunos casos sancionadas, excluidas de la plenitud humana; en contraparte, las prácticas heterosexuales encuentran amplia permisividad, aun cuando puedan caer en algunas ocasiones dentro de prácticas y/o conductas violentas. Por otra parte, la homofobia daña a todas las personas independientemente de su orientación sexual:

En México la homofobia no es algo que estructura solamente las subjetividades homosexuales, sino de las subjetividades de todos los nacidos con genitales machos y las dinámicas de la identidad masculina, pues todos los varones somos objetos de violencia homofóbica como parte de nuestro proceso de masculinización. (Núñez Noriega, 2006:49)

El análisis que nos ofrece este autor, nos habla de la importancia que tiene la homofobia en la configuración identitaria de los hombres —independientemente de la orientación sexual que éstos asuman?, pues a la mayoría de los hombres se nos educa en un desprecio y aversión por aquello que difiere de la masculinidad hegemónica y dominante, así, tanto el menosprecio por las mujeres, como la segregación de aquellos varones “no masculinos” o no heterosexuales, constituye en gran medida la pedagogía en la que se nos instruye a los varones en función del sistema sexo-genéro. Así, tanto la misoginia como la homofobia, son dos caras de una misma moneda masculinista, a la que quizá podríamos agregarle también, la transfobia. Como todo esquema teórico, esta caracterización de la masculinidad hegemónica es un prototipo ideal que en la vida real pocas veces se materializa en su totalidad, así, es que resulta posible encontrar una serie de matices y variaciones a este perfil del “macho mexicano”. Lo cierto es que la homofobia y la misoginia se manifiestan en muy distintas proporciones, además de encontrarse en condiciones y contextos bastante dispares, por lo que cada individuo las asume y reproduce en función de sus circunstancias particulares, así:

La expresión de género (las maneras, las actitudes y gestos) tiene una gran relevancia en la vivencia diferenciada de la memoria. Esas experiencias homofóbicas configuran, a su vez, diferentes subjetividades, trayectorias y posiciones en el campo sexual. Por añadidura, otros aspectos como la edad, la clase, el estatus matrimonial y las preferencias sexuales (incluyendo la amplia gama de bisexualidades) también contribuyen a la diversidad de significados y formas de vivir la homofobia y las relaciones homoeróticas. (Núñez Noriega, 2006:49)

La nota que arriba transcribimos nos expone la diversidad de significados y configuraciones que la homofobia —y quizá también la misoginia? puede adquirir en la constitución de la identidad y el deseo de las personas, siendo el lenguaje —con sus silencios, acentos y juegos? el vehículo principal en el que se manifiesta. Ya antes habíamos advertido que la homofobia —es decir, la manifestación explícita de un desprecio o aversión por las personas homosexuales? funciona, al menos en el caso de los varones, como un referente fundamental en el proceso de masculinización, pues este “volverse hombre” opera en función de la exclusión de aquellos sujetos que cuestionan la definición misma del “ser hombre” en su acepción hegemónica y dominante, así como el marco cultural en el que su identidad masculina adquiere sentido.

Antes de proseguir, conviene precisar la diferencia entre «prácticas sexuales» e «identidades sexuales», puesto que las conductas afectivas y eróticas de los individuos no acarrean necesariamente la adquisición de una identidad en específico; es decir, no todas las personas con prácticas homoeróticas se afirman a sí mismos como homosexuales —ni como gays ni como lesbianas?, pensemos por ejemplo en aquellas personas bisexuales que transitan de una orientación a otra en condiciones específicas sin definirse de tal o cual manera, sin asumir una etiqueta.

En cambio, la identidad sexual sí implica un autorreconocimiento del individuo, es la manera en que los sujetos deciden asumir públicamente (aunque no necesariamente) su identidad en referencia a sus preferencias e inclinaciones, un ejemplo de ello son las personas gays y lesbianas, quienes han adoptado esas categorías para no decirse así mismos homosexuales —recordemos que la palabra “homosexual” surgió originalmente para designar una condición patológica, incorrecta, anormal?, por lo que afirmarse gay o lesbiana ha sido una manera de autoreconocerse sin asumir la carga despectiva que la nominación heterosexual androcéntrica ha hecho de ellos. Entonces, la identidad gay y lesbiana son categorías que también tienen una historia y que refieren a una manera muy particular de asumir la condición homosexual, pues:

Antes de esa fecha [la segunda mitad de la década de los setenta y principios de los ochenta] la palabra gay no habría sido utilizada en México. Quienes solían tener prácticas homosexuales recurrían a términos como “entendido” o “de ambiente”, que no siempre implicaban una transformación del orden establecido. Con el advenimiento del nuevo nombre y la identidad, los gays, como miembros de un grupo específico, pudieron luchar por eliminar “prejuicios” propios y ajenos, así crearse nuevos espacios para su desarrollo (por ejemplo, organizaciones civiles, publicaciones, bares, entre otros); permitía construir una identidad legítima y rechazar el estigma, posibilitando una mayor visibilidad que fortaleciera la capacidad de establecer reivindicaciones sociales y personales e intentar transformar el entorno social. (Parrini & Hernández. 2012:84-85)

Vale la pena superar nuestros prejuicios y reflexionar sobre esta lógica inquisitoria en la que somos -en mayor o menor medida- partícipes y cómplices; es de sabios detenerse a ejercer un momento de autocrítica. Porque,  ¿con qué fundamento ético y moral hemos de descalificar a quienes no comparten nuestros gustos y preferencias? ¿no es acaso nuestra discriminación cotidiana muestra de una profunda ignorancia, de nuestro miedo e incomprensión? ¿quiénes somos nosotros para negarle derechos a los demás?.

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