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Hoy No Respiras

Las políticas públicas no se alteraron: los coches y no las personas siguieron siendo los sujetos de derechos en la urbe.

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Escrito en OPINIÓN el

Adam Smith está equivocado. La suma de egoísmos no genera bienestar colectivo; genera contingencias ambientales.

 

Somos víctimas de nuestra devoción al automóvil. Nos hemos rendido ante esos productos ofertados en el mercado con facilidades de crédito que, en un delirio consumista, confieren estatus social. Fuimos subyugados por esas máquinas que queman combustible fósil diseñadas para correr a 240 km/h, pero que en hora pico circulan entre 8 y 11 km/h. –Un suicidio colectivo– decían en las redes; a lo que agregaría, lento y doloroso. El ardor en los ojos, la irritación de la garganta y la activación de ataques de asma en estos días brumosos de contingencia ambiental lo confirman.

 

Diseñamos nuestras ciudades y trazamos sus vialidades en función de este tirano contemporáneo. Le construimos segundos y hasta terceros pisos. Obras temporales paralizan el tránsito solo para inaugurar vialidades con peaje que segregan a la ciudad y a sus habitantes. Pero eso no importa cuando lo que está en juego es que quienes puedan pagarlo lleguen más rápidoal siguiente embotellamiento.

 

En donde podrían haber parques o canchas de futbol hay estacionamientos. Ahí donde había camellones con árboles y jacarandas ahora hay asfalto. Ante el temor de que se roben nuestro objeto de culto, preferimos tener garajes que jardines en nuestras casas.

 

Los peatones y los ciclistas son un estorbo a su paso. “Quítense de mi camino, ¿qué no ven que voy con prisa?”. Al tripular estas armaduras, no falta quien libera sus pulsiones prepotentes: Avienta el coche al transeúnte, desafía a golpes al de a lado y maldice al de enfrente, pero tan pronto se baja de su nave vuelve a la obediencia gregaria de todos los días. Nada como despertar con el claxonazo frenético de quien cree que emitiendo contaminación auditiva llegará más rápido a su destino. ¿Qué importa el descanso, el disfrute y la tranquilidad de nuestras calles y casas frente a la neura colectiva de quienes están detrás de un volante?

 

Prevalece una injusticia espacial. Según el Reporte Nacional de Movilidad Urbana en México 2014-2015 elaborado por ONU-Hábitat, “en la Zona Metropolitana del Valle de México el 29% del total de viajes diarios (alrededor de 6.3 millones) se realizan en automóvil privado y el 60.6% en transporte público concesionado de baja capacidad (microbús, combis, autobús suburbano y taxi); sólo un 8% se realiza en sistemas integrados de transporte público masivo (Metro, Metrobu´s, Tren ligero y Trolebús) y un 2.4% en bicicleta y motocicleta”. Esto quiere decir que la movilidad está diseñada en función de tres de cada diez personas en detrimento de las siete restantes.

 

Debemos agradecer al PAN porque gracias a que apoyaron la promoción de diversos amparos en el Poder Judicial, lograron tumbar el Hoy No Circula. No hace mucho en un spot en TV se jactaban de ello (e Internet nos lo recuerda). Nótense las trampas discursivas de su cierre: promueven el uso irrestricto del automóvil retratando a una familia feliz rodeada de paisajes verdes. Lo que no dijeron es que el Hoy No Circula sería reemplazado por el Hoy No Respiras.

 

Los factores geográficos son a lo sumo adversos. Y es que más que una cuenca, el Valle de México es una cazuela a 2240 metros de altura sobre el nivel del mar, pues está rodeada por una cadena montañosa con elevaciones de hasta 5400 metros que provoca que el aire y los contaminantes se estanquen.  

 

Desde hace tiempo sabíamos que la movilidad estaba al borde del colapso.Pese a las advertencias de expertos, las políticas públicas no se alteraron: los coches y no las personas siguieron siendo los sujetos de derechos en la megalópolis. Se privilegió la expansión de vialidades para el transporte privado y, ante la magnitud de la demanda, lo que se ha hecho para mejorar la oferta y calidad del transporte público y medios de transporte no motorizados ha sido insuficiente. Dicho sea de paso: el incremento de 3 a 5 pesos en el metro no ha repercutido en el mejoramiento del servicio.

 

Esta bomba de tiempo nos ha alcanzado. Estalla además en la antesala de las elecciones nacionales y locales de 2018. Bajo el contexto electorero, no veo políticos con alturas de miras ni gobernantes dispuestos a asumir la severidad de sus responsabilidades y tomar medidas con inevitables costos políticos. Lo que aún entre el esmog se alcanza a divisar, es una suerte de populismo automotriz: Se derogan las tenencias y se defienden los subsidios regresivos y generalizados a la gasolina. Se incentiva la compra desmesurada de vehículos del año mientras se castiga a las clases populares que no pueden hacerlo.

 

Se tolera la corrupción en los centros de verificación al tiempo que se permite la circulación de tráileres y demás vehículos de carga a toda hora. El corolario del festín de los motores fue el entierro del Hoy No Circula, una medida que había probado su efectividad. Ahora cada día circulan seiscientos mil carros más por las calles de la ciudad. El señor Ford estaría muy orgulloso.

 

A la indolencia de las autoridades hay que sumar la falta de conciencia de la sociedad. Si bien es absurdo pretender acabar con el coche, sí podemos racionalizar su uso. Recuerdo que cuando estudiaba la secundaria, entre quienes vivíamos por la misma zona organizábamos rondas para ir y venir. El viaje pasaba deprisa entre conversaciones y música. Hoy la tasa de ocupación promedio por coche es de 1.2 personas, es decir, los vehículos son tripulados por solitarios acompañados de la voz robótica de su GPS.

 

De lo que se trata es que entre ciudadanía y gobierno promovamos un debate informado sobre este tema que a todos nos afecta por igual. Son tiempos de establecer regulaciones fuertes, pero también de plantear medidas innovadoras. Transporte escolar obligatorio; incentivos fiscales a empresas que contraten a gente que vive en la misma zona; un día a la semana intercalado de oficina en casa; ingresos y salidas de escuelas y de oficinas en horarios diferidos; y aprovechamientodel big data de las aplicaciones de los smartphones respetando la privacidad de sus usuarios, son propuestas que tendrían que ir puliéndose a través de la deliberación pública.

 

Desde luego, estas medidas son accesorias frente a lo más importante: apostar por el transporte público. Por cierto, los habitantes de ciudades como Copenhague y Ámsterdam ya se mueven en el transporte del futuro. Para sorpresa de muchos, no son naves que flotan como las de los Supersónicos: Son las bicicletas.

 

@EncinasN

@OpinionLSR