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Hablemos de dos malas palabras: feminismo y cuotas

Hay dos palabras que en México están bastante mal vistas: feminismo y cuotas. | María Elena Estavillo Flores

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Escrito en OPINIÓN el

A menos de que nos encontremos en un círculo de feministas o activistas, el uso de cualquiera de los dos términos da lugar a cejas alzadas, apresurados pronunciamientos personales para desmarcarse y, tarde o temprano, largos debates y explicaciones sobre su significado. Definitivamente, el diccionario de lo políticamente correcto se resiste a acoger estas palabras.

La reivindicación de los derechos de las mujeres ha sido una constante en mi vida, así que no es raro que aborde el tema en cualquier ámbito que me encuentre y frente a una amplia variedad de interlocutores. Por eso con frecuencia, al ir encontrando coincidencias con otras mujeres en temas relacionados con nuestros derechos, muy temprano en la conversación me ha tocado escuchar, en un tono de descargo o casi de disculpa: “…pero no soy feminista”.

¿Cómo ser mujer y no ser feminista?

Se trata de defender los derechos humanos de la mitad de la población. Los nuestros, para ser precisas. Exigir las mismas oportunidades que tienen los hombres, no más ni menos, es una aspiración justa y razonable.

Sin embargo, en nuestro país, reconocerse como feminista a veces se interpreta como una provocación o una afrenta.

En numerosas ocasiones me he enfrentado a la necesidad de explicar, en defensa propia, qué es el feminismo, y sí, siempre hay alguien que termina arrojando sobre la mesa el término de feminazis.

Es interesante ver cómo, a lo largo de la historia, se ha utilizado el recurso de intentar dividir a las mujeres concediendo respetabilidad sólo a una parte de ellas. Ha habido decentes y libertinas, también mujeres de bien y de la vida galante, incluso brujas y mujeres con temor de dios. Ahora se trata de feministas y feminazis. Curiosamente, aunque conozco hombres valiosos que se reconocen como feministas, nunca he escuchado que alguien los acuse de feminazis. El peyorativo se reserva para las mujeres.

De cierta manera es entendible esta reacción, que no es más que la resistencia al cambio, considerando que la exigencia de igualdad de oportunidades finalmente pone en riesgo los privilegios de los que ha gozado la otra mitad de la población por el solo hecho de haber nacido hombres.

De allí que sea tan importante sensibilizar y sensibilizarse, reivindicando sin ambages el feminismo, para fortalecer la lucha por la igualdad.

Por eso me dio tan gusto escuchar las declaraciones de Ana Botín, presidenta del Banco Santander, declarándose feminista: "Si me hubiera hecho usted esta pregunta hace diez años hubiera dicho que no y hoy le digo que sí. Al final me he ido dando cuenta de que existe discriminación y de que las mujeres necesitan ayuda. Sobre todo de los hombres, que son los que mandan. Los hombres ganan si las mujeres tenemos más responsabilidad".

Ana Botín también se pronuncia a favor de la discriminación positiva, lo que nos lleva a nuestra segunda “mala palabra”: cuotas.

Cuotas

Como resultado de las elecciones recientes en México, nos hemos congratulado de haber alcanzado por primera vez un congreso paritario, tanto en la Cámara de Diputados como en la Cámara de Senadores.

Pero, además de regocijarnos, deberíamos aprovechar de una vez por reconocer que este resultado, desde el punto de vista de políticas públicas, se lo debemos por completo a las cuotas.

En el año 2012, se comenzó a aplicar una norma que obligaba a los partidos a no tener menos del 40% de candidatos del mismo género. Antes de ello, la participación de mujeres en la Cámara de Diputados no había pasado del 20% y, en la de Senadores, se llegó a acercar apenas al 30%.

Después de una resistencia inicial y la necesidad de que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación reiterara la obligación de los partidos para respetar la cuota de género, se cumplió con ese porcentaje. En el año 2015 se aplicó por primera vez la regla de paridad, es decir la cuota del 50%, y los resultados los estamos viendo ahora sólo tres años después.

En otros ámbitos de la acción pública se han hecho diversos esfuerzos para impulsar la igualdad de género. Se ha elegido otro tipo de medidas, no por ello menos valiosas cuando se trata de mejorar las condiciones de trabajo de las mujeres, pero debemos aceptar que sí menos eficaces para cerrar la brecha de género.

El estudio Atenea, realizado por ONU Mujeres, el PNUD e IDEA Internacional, desarrolla un índice de paridad política, que mide la participación de género en diversos ámbitos de la vida pública. Su informe para México publicado en el 20171, señala que sólo el 11.5% de las mujeres estaban a cargo de subsecretarías; el 18.1% eran ministras de la Suprema Corte de Justicia de la Nación; 33.6% eran miembros del Consejo de la Judicatura; 18.1%, magistradas de tribunales colegiados de distrito; 19.1%, magistradas de tribunales unitarios de distrito; 20.8%, jueces de distrito. Como integrantes de la máxima instancia de decisión de los partidos políticos, sólo había el 25.4% de mujeres.

Asimismo, destaca que sólo el 26.7% de las comisiones en la Cámara de Diputados eran presididas por mujeres (20.2% en el Senado); y de las bancadas de los partidos, únicamente el 12.3% tenían una mujer a cargo. Ello también habla de que no existe un efecto automático o inmediato de transmisión de la paridad hacia otras posiciones de poder o decisión, si no hay mecanismos diseñados para asegurarlo.

El presidente electo ha anunciado un gabinete donde las mujeres tendrán el 50% de las secretarías, y esa es una gran noticia. Ello no es una casualidad, sino que se deriva de un compromiso explícito para tener un gabinete paritario.

Es así que los únicos espacios de decisión pública en los que estamos viendo paridad de género, coinciden con aquellos que tienen una política franca de cuotas (en el caso del poder legislativo, establecida por ley).

Reconozcamos entonces el valor de estas acciones, al igual que todas las variantes de las acciones positivas o discriminación positiva, para no dudar en aplicarlas y acelerar el cambio que tanto queremos.

Podemos comenzar por reivindicar el feminismo y las cuotas en el discurso público.

1http://www.mx.undp.org/content/dam/mexico/docs/Publicaciones/PublicacionesGobernabilidadDemocratica/ATENEA.%20PARTICIPAC%20POL_041017_LOW.pdf

Obstáculos a ganar para desplegar infraestructura @elenaestavillo | @OpinionLSR | @lasillarota

* Comisionada del IFT. Las opiniones expresadas son a título personal y no deben entenderse como una posición institucional.