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Greta y la romantización del cambio social

La mejor forma de juzgar si el movimiento que Greta Thunberg encabeza tiene una visión de transformación, no es juzgando de donde viene sino hacia dónde irá. | María Fernanda Salazar

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Escrito en OPINIÓN el

La atacan por muchas cosas. Entre ellas porque es joven, porque tiene asperger, porque es blanca, porque es de un país desarrollado, porque tiene un discurso “blando”; es decir, porque no es una mujer de los márgenes y por lo tanto insuficientemente radical. La señalan por tener apoyo de sus padres, de empresas, asesoría de partes interesadas de distintas formas en el medio ambiente.

Por supuesto es bueno analizar quién es el rostro de un movimiento que se ha vuelto global. Lo que es inconcebible es que gente que quiere cambios sociales se sorprenda de que éste pueda requerir una estrategia, apoyos diversos, una narrativa, un rostro y un llamado que apele a la mayor cantidad de personas posibles para lograr que un tema que nos compete a todas y a todos no siga siendo ignorado, poniendo en riesgo el futuro mismo de la humanidad. Sorprende que no se reconozca que el mundo es un campo de lucha por posicionar narrativas; que aquella que busca colocar la del medio ambiente como una agenda pública enfrenta algunos de los intereses políticos y económicos más poderosos en el planeta y se acompaña de algunos de los valores más promovidos por generaciones: el interés individual y el desarrollo económico.

Pensar que cambios sociales son posibles sin estrategias políticas y de comunicación es seguir romantizando las causas sociales en beneficio de las contranarrativas. Es seguir creyendo que la justicia prevalecerá por ser lo correcto aún si no se trabaja con sentido estratégico. Esa es una de las grandes lecciones que dejó el EZLN, por poner un ejemplo en México, para los movimientos sociales. Sí, se necesita corazón pero mucha más estrategia.

Desde luego hay muchísimas luchas legítimas, de mujeres y hombres increíbles que han defendido incluso con sus vidas el medio ambiente, sus territorios y comunidades, y que, por motivos de discriminación, intereses económicos y falta de apoyos para amplificar sus voces -entre otros- no se ven reflejados en esos medios, ni foros globales, ni en esa atención que hoy tiene Greta Thunberg. La mejor forma de juzgar si ese movimiento que ella encabeza tiene una visión de transformación, no es juzgando de donde viene sino hacia dónde irá: es decir, si será capaz de construir alianzas con las personas de las periferias, si tiene la voluntad de abrir paso, con el reflector que ha capturado, a esas otras voces que llevan décadas en la lucha no hegemónica por otros paradigmas en las formas de vida y de relación con la naturaleza, que merecen también ser escuchadas en una batalla por la defensa de la vida en la Tierra; ni más, ni menos.

Juzgar desde otro ángulo a quien con todo y sus privilegios está trabajando para posicionar este tema, es ignorar que las alianzas amplias y progresistas con sentido estratégico son indispensables para una lucha no solo necesaria sino urgente.