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Escala y escuela urbanas

La instrumentación de políticas públicas transformadoras de la realidad urbana se encuentran con un alto nivel de resistencia. | Roberto Remes Tello de Meneses

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Escrito en OPINIÓN el

Las ciudades, como grandes centros de población y necesidades, sólo tendrán remedio como detonadores de soluciones si éstas logran una escala de instrumentación que vaya a un ritmo superior que el crecimiento de los problemas o necesidades.

Los programas educativos han cambiado a lo largo del tiempo, para responder mejor a los cambios, a los nuevos conocimientos y problemas. No obstante, la currícula no representa las necesidades de las grandes ciudades. ¿Podría ser una currícula específica que contribuya a la transformación urbana?

Mencionaré algunos ejemplos. En años recientes se ha incrementado de manera considerable la presencia del turismo tanto en puertos como en ciudades mexicanas. ¿Qué tanto en realidad se aprende sobre la marcha? En secundaria se enseña Química, aunque los chicos no vayan a estudiar Química. Igualmente se puede enseñar turismo, urbanismo y otras materias.

Después de revisar los programas de secundaria y preparatoria de la Secretaría de Educación Pública encuentro conocimientos que sólo se abordan superficialmente y que requieren mayor profundidad.

Mis dudas vienen del urbanismo y el medio ambiente. La instrumentación de políticas públicas transformadoras de la realidad urbana, incluyendo movilidad, se encuentran con un alto nivel de resistencia. Sé que decir “nadie” es exagerado, pero nadie quiere cambiar, nadie está dispuesto a reverdecer su calle quitando estacionamientos, nadie quiere que el transporte público pase frente a su casa. Pero para transformar es necesario afectar, modificar, adaptarnos, siguiendo ciertos criterios.

Una cosa sí he notado. Demarcaciones de Ciudad de México en las que en los últimos años ha habido discusiones intensas sobre la instrumentación de parquímetros, Metrobús, Ecobici, cambios de uso de suelo, entre otros, han dado lugar a vecinos mucho más conscientes tanto de la normatividad como del urbanismo. Esto ocurre para bien y para mal: la resistencia al cambio está mejor documentada, pero al mismo tiempo cada vez más vecinos se vuelven promotores del cambio. Los vecinos de Miguel Hidalgo y Cuauhtémoc saben de qué hablo.

Las discusiones de las transformaciones urbanas también se han dado a partir de la posición política de los protagonistas. Recuerdo momentos difíciles, de negociaciones a nivel de banqueta, donde tanto vecinos como autoridades hacíamos planteamientos de sentido común, pero se rechazaba a la autoridad por el hecho de serla o representar a un grupo político distinto. ¿Serían diferentes las discusiones si el conocimiento permea a las 16 demarcaciones y a las mil 812 colonias?

Lo que puedo decir es que el conocimiento debe llevarnos, por un lado, a ser metódicos, y por otro, a que las ideas preconcebidas de los urbanistas profesionales se enfrenten a las ideas de la comunidad de forma mucho más constructiva. Es decir, si el urbanismo se introdujera en la currícula de los adolescentes de nuestra ciudad, tarde o temprano tendrían mayor participación en las reflexiones locales sobre cómo mejorar su entorno y habría egresados de la carrera de Urbanismo en todas las colonias, no sólo en una burbuja central.

Pero hay más contenidos educativos que no están siendo transmitidos a los jóvenes a partir de una currícula que tiene poca vinculación con la ciudad. Hoy, por ejemplo, sabemos que la producción masiva de carne roja es uno de los factores de mayor impacto en el calentamiento global. Sin embargo, enfrentamos un acceso inequitativo de proteína de origen animal, donde la población más rica tiene acceso más frecuente a la carne de res y cerdo, mientras que la de menores ingresos sólo esporádico.

¿Cuál es la cultura alimenticia que está teniendo cada sector? Los más ricos carecen de incentivos para reducir el consumo de carne roja, como los más pobres difícilmente gozan de alternativas saludables y balanceadas. ¿No sería la escuela uno de los sitios que nos debe ayudar a conformar rutas distintas? No me refiero sólo a enriquecer o modificar la nutrición de unos u otros, según sea el caso. Pienso además, la posibilidad de estimular la producción de vegetales en huertos urbanos y el conocimiento sobre otras alternativas alimenticias, como el vegetarianismo.

¿Quién enseña a los niños o jóvenes a andar en bicicleta? En los últimos años han surgido las biciescuelas y esto ha ayudado a que personas de todas las edades aprendan bicicleta urbana, pero su penetración social es mínima. ¿No sería mejor que todos los niños y jóvenes aprendieran en la escuela no sólo a andar en bici sino ciertos conocimientos básicos de convivencia, seguridad y mecánica? Hacerlo podría acelerar la transición de usuarios de un apretujado transporte público hacia la bicicleta.

¿Quién sabe hacer una composta y qué tipo de compostas existen? ¿Quién sabe cosechar agua o hacer una separación productiva de los residuos domésticos?

¿Hablamos de género? ¿De sexualidad? ¿De derechos humanos? ¿De tolerancia? ¿Cuántos temas más he omitido en este artículo? Al final de cuentas sólo la escuela podrá darnos la escala de transformación adecuada: no lo será el estigma o la resistencia a los proyectos gubernamentales. Urge cambiar la escala de la transformación urbana.