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Del cuarto oscuro al ágora: decisiones democráticas

¿Sería mejor que las y los ciudadanos decidieran los proyectos? ¿Cómo las decisiones de quienes votaron impactan a quienes no votaron?

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Escrito en OPINIÓN el

En democracia ¿cuáles son las voces que importan? ¿la muda voluntad del voto directo en las urnas o el bullicio de la protesta en la calle? ¿Cuál es la opinión que importa? ¿la de la consulta popular tergiversada o la de la elección de la obra preseleccionada?

Los ejercicios democráticos, todos, son de las personas. Las voces que importan, siempre, son las voces ciudadanas.

Escribió el constitucionalista argentino, Roberto Gargarella, que “cuestiones sociales tan serias no deben quedar nunca -como quedaron- en manos de elite alguna: ni las del saber científico, ni las del poder burocrático”.

Y a mí me gusta pensar en la democracia que deviene del constitucionalismo -también en palabras de Gargarella-, siempre como un diálogo entre iguales.

En redes sociales en estos días hemos podido leer todo tipo de comentarios sobre el primer ejercicio de Presupuesto Participativo en León. Y yo sigo celebrando que hablemos y nos cuestionemos una nueva política pública en la ciudad. Y creo también, que el diálogo público merece encontrar cauces de acuerdo.

Alguien dijo que, si la alcaldesa hiciera bien su trabajo, sabría lo que los leoneses necesitamos y que no había necesidad de preguntarnos. Otra persona acusó al ejercicio de ridículo y objetó que la inversión se hiciera en mascotas y no en educación. Hubo también acusaciones de competirle al gobierno federal en consultas.

Surgieron desde luego voces en defensa de las acciones a favor del bienestar animal. Y un funcionario afirmó que en el municipio juraban que iba a ganar un proyecto de infraestructura muy necesario en la ciudad e interpretó la votación como un mensaje claro de las necesidades sociales.

Y algo hay de eso, tal vez la urna electrónica no contenía las opciones adecuadas.

Pero lo primero que hay que advertir antes de lanzarnos a más, es que existe mucha confusión alrededor de estos procesos democráticos y de los retos lanzados desde los distintos ámbitos de gobierno en donde nos invitan a ser parte.

Entre una revocación de mandato devenida en ratificación con problemas presupuestales auto infringidos y ataques institucionales al árbitro electoral, y entre una lista de obras previamente seleccionadas que salieron de las áreas técnicas de la administración pública de León -y claro está de las legítimas causas personales-, solo hay que decir una cosa: que torcer la narrativa, la ley y el propósito, es igual de grave en cualquiera de los casos.

Porque es cierto que ratificar la popularidad del mandatario o construir el hospital de mascotas que ya se había decidido, involucrando a las y los ciudadanos, pero confundiendo fines y medios, no es muy distinto. La razón es clara: en esos ejercicios la ciudadanía no es el centro.

Pero hay diferencias y son notorias. Sin afanes de rigurosidad taxonómica, digamos que democracia es género, y elección de representes populares, consulta popular, plebiscito, referéndum o participación ciudadana son especie. Y tienen reglas. Deben tenerlas y ceñirse ellas.

Y otra cosa es la rectoría que tienen los gobiernos al ejecutar los presupuestos públicos para eliminar desigualdades mediante la prestación adecuada de servicios, la gestión de bienes públicos, la dinamización económica y las condiciones de infraestructura necesaria para el desarrollo. Es decir, que no hablamos de lo mismo.

El Presupuesto Participativo en su concepción es solo una herramienta social para poder plantear los proyectos de los barrios y las colonias que surgen de la organización y la planeación participativa para luego someterse democráticamente a priorizar su ejecución con una asignación específica de recursos disponibles.

Se trata de un porcentaje mínimo en el que existe el legítimo poder de decisión ciudadana sobre sus proyectos propuestos y de ninguna manera suple o reemplaza la obligación de las autoridades de brindarnos los satisfactores públicos que necesitamos, ni de renunciar a ejercer la rectoría de Estado que corresponde a su función.

Y lo importante en todos los casos es apegarse a la norma. A la constitucional, a la legal y a la reglamentaria, para no ejercer los procesos a voluntad y que cualquier mecanismo en el que seamos parte, cumpla su propósito institucional y sea un verdadero ejercicio de nuestros derechos de participación.

Por eso, presenté en el Congreso una iniciativa para reformar la Ley de Participación Ciudadana e incluir al Presupuesto Participativo como una forma de democracia social o participativa, un mecanismo institucional, para que la participación ciudadana sea reconocida como derecho humano fundamental, y para que los municipios de Guanajuato en su autonomía reglamentaria le construyan reglas atingentes, muy locales, poniendo a la ciudadanía al centro.

¿Sería mejor que las y los ciudadanos decidieran los proyectos? ¿qué tipos de proyectos deben buscar el voto de apoyo? ¿cómo las decisiones de quienes votaron impactan a quienes no votaron?

Sigo pensando en lo valioso que es observar, documentar, analizar y socializar este ejercicio. Porque las decisiones ya se tomaban, se han tomado siempre. En lo mucho y en lo poco, puertas adentro de los palacios de gobierno. 

La democracia no es algo que se haya inventado de una vez por todas, sino que, al ser un artificio humano se reinventa día a día. Como sistema de vida, transciende al ejercicio del derecho al voto para elegir a las y los gobernantes, incluye en su núcleo la capacidad de participación cotidiana que tienen las personas para transformar de manera permanente y para bien, el espacio público.

¿Podremos regresar del cuarto oscuro de las decisiones de pocos, al ágora en dónde todos dialoguemos?