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Adieu, Gisèle Halimi

Gisèle Halimi, ícono del feminismo francés y de las luchas decoloniales, murió en París este martes a los 93 años. | María Teresa Priego

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Escrito en OPINIÓN el

Gisèle Halimi, ícono del feminismo francés y de las luchas decoloniales, murió en París este martes a los 93 años. Cuando llegó al mundo su padre se sintió tan infeliz y avergonzado de que no fuera un varón, que tardó semanas en decirle a sus amigos que ya era padre. Nació en Túnez de madre y padre judíos, su apellido de familia es Taïeb. No sólo los Taïeb no vieron nacer a un hijo esa vez, sino que les tocó en suerte la más indomable de las hijas. 

Muy pronto se rebeló contra la religión, contra los mandatos que se imponían a las niñas de su época como destino ineludible. A los diez años hizo una huelga de hambre para defender su derecho a leer tanto como le viniera en gana. A los 16 años se negó a un matrimonio conveniente y "arreglado" con un comerciante de aceite. Eligió seguir estudiando. Hizo su maleta y se inscribió en la facultad de derecho en París. 

"La injusticia me es físicamente intolerable. Toda mi vida puede resumirse de esa manera. Todo comenzó por el árabe al que se desprecia, después el judío, luego el colonizado, luego la mujer". Releer sus declaraciones. Mirar sus fotos. Recordar el impacto que sus actos y su escritura provocaron y provocan en decenas de miles de personas en el mundo, sobre todo mujeres. Durante su infancia fue testigo de la represión de los militares franceses contra una manifestación de independentistas tunecinos. Una marca en la piel. La brutalidad de los colonizadores contra los colonizados. Regresó a Túnez y se sumó a la causa de los independentistas tunecinos, como después se sumaría a la del Frente de Liberación Nacional de Argelia. 

Defendió a sus militantes y denunció el uso recurrente de la tortura por parte de los militares franceses. A partir de 1956 regresó a vivir a París. Firmó junto a Beauvoir y Sartre el Manifiesto de los 121. La "Declaración sobre el derecho a la insumisión en la guerra de Argelia", redactado por Dyonis Mascolo (padre del hijo de Marguerite Duras, quien también lo firmó). En 1960 una joven militante del FLN llamada Djamila Boupacha fue detenida, violada y torturada. Halimi tomó su defensa con el apoyo de Simone de Beauvoir. Ambas editaron un libro colectivo que lleva el nombre de la joven argelina, amnistiada dos años después. Comenzaron así una colaboración que duró toda la vida de Beauvoir. 

Juntas fundaron la organización Choisir la cause des femmes ("Elegir la causa de las mujeres"). Firmaron en 1971 el Manifiesto de las 343 en el que mujeres famosas declaraban haber abortado (fuera cierto o no), para retar a la justicia francesa, dado que el aborto era un delito. Nadie, por supuesto, fue a detenerlas. En 1972, Halimi tomó la defensa de una menor que recurrió a un aborto consecuencia de una violación. Un aborto, por supuesto, clandestino. La abogada exigió que el proceso fuera público, convocó a una hilera de personalidades a analizar los hechos. El proceso de Bobigny fue un hito en el cambio de mentalidades en la sociedad francesa con respecto al aborto. 

Otro proceso célebre y que tuvo una incidencia profunda en el cambio de mentalidades con respecto a la violación: Halimi defendió a dos jóvenes turistas violadas por tres hombres mientras acampaban. Los violadores fueron a la cárcel. La violación aún no era considerada como un crimen en las leyes francesas. Halimi desató alrededor del proceso un amplio debate, así, como ella sabía hacerlo. 

Fue amiga de François Mitterrand, desde muy jóvenes. Diputada en 1981. Embajadora de Francia ante la UNESCO. Activista siempre. "Combativa e insumisa", como la describe la periodista y escritora Josyane Savigneau. "Eligió luchar por una causa común. Esa causa común incluyó la emancipación de las mujeres, la lucha contra la pena de muerte, pero también el derecho de los pueblos a disponer de ellos mismos. Es una combatiente universal", declaró el historiador Benjamín Stora en France Culture. Leer a Gisèle Halimi. La pasión en sus escritos autobiográficos. Su relación siempre conflictiva con su madre. La emoción inolvidable ante "La causa de las mujeres", "La leche del naranjo", "Fritna". Los comienzos de la segunda ola del feminismo francés. Esas lecturas que nos cambiaron la vida.