De repente, un buen día despiertas y decides que eres bien mexicano.
Decides, que ya no te molestan tanto las rancheras y que pese a tu poca melodiosa voz, puedes cantarlas.
Decides, que ser vegetariano está sobrevaluado porque el 90% de la comida típica de tu país tiene carne.
Decides, que los sacrificios aztecas no son tan inhumanos, pues eran parte de una rica cultura prehispánica, la tuya.
Decides, que los altares del día de muertos ya no son antirreligiosos, sino que los consideras piezas de arte.
Decides, hacer un viaje mochilero y visitar Real de Catorce y Pátzcuaro porque son lugares recónditos que debías conocer antes de encontrarte con el glamour europeo.
Decides, que no solamente vas a dejar de regatear en los mercados artesanales, sino que hasta vas a pagar un poquito más por el producto nacional.
Hasta te da por aprender náhuatl, te parece inaudito hablar francés sin antes comprender una lengua autóctona.
Sí ¡te vuelves bien mexicano!