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Los santeros del huachicol

A través del soborno, de las policías y los gobiernos, los capos del huachicol buscan ayuda de poderes ocultos para sobrevivir

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En la dimensión subterránea por la que se mueve el robo de combustible, los capos del huachicol no sólo se encomiendan al silencio, a través del soborno, de las policías y los gobiernos, también buscan ayuda de poderes ocultos para sobrevivir.

De esto, Santero sabe demasiado. Le atribuyen poderes psíquicos, dice, devoto desde el asombro con el que cuenta su historia, un hombre de Tlaxcoapan que pasaba las madrugadas ordeñando válvulas entre parcelas, en el perímetro aledaño a San Primitivo, Tlahuelilpan, donde explotó el ducto que dejó 137 muertos y un luto generalizado en la región, el 18 de enero de 2019.

Este hombre asegura que la protección que le hizo Santero con un “trabajo” especial lo salvó de aquel incendio, de un tiroteo en un poblado que pide no nombrar, cuando a un arma se le trabó el gatillo. El cañón apuntaba justo a su cabeza, pero el dedo del sicario se estancó en el disparador, mientras golpeaba con la palma la culeta para destrabar el tiro. Como viejo líder del hampa, pide esconder su nombre. Se dice “capo en el retiro”. 

El estallido aquella tarde en Tlahuelilpan fue repentino; imprevisible para todos al pie de válvula, con las manos y los pies metidos en el riachuelo de crudo que se hizo en la canaleta por donde corría combustible MTB, un aditivo para gasolinas.

Este hombre y su gente habían hecho ya dos viajes con las bateas repletas de bidones. De no haber visto la columna de lumbre erigirse cual torre, jura que habrían vuelto por otro cargamento. Después fueron las claves cruzadas de la policía a través del radio frecuencia, que apenas alcanzaba a verbalizar la tragedia: cuerpos convertidos en llamas hasta carbonizarse.

“Tírate al piso; ¡al piso!”, les gritaban; voces perdidas entre la sinfonía de llantos, de nudos en la garganta y desesperación.

El hombre reza el corrido de aquella noche, es la forma que ha conseguido para interpretar lo que sucedió: “Y la toma clandestina, dicen que era gasolina, hombres, mujeres y niños, iban por su gasolina.

Pero nunca imaginaron que ahí perdieran la vida, muriendo todos quemados, quemados con gasolina

De aquella tragedia viene la devoción que profesa a Santero: “Te dice cuántos hijos tienes, tu esposa, si tienes enfermedades; está al tiro. Tira las cartas y luego las conchas y así abiertamente te dice si traes un dolor en el cuerpo”. Le pido llegar a Santero, pero la mueca que se dibuja en el rostro deja claro que no sucederá; en la clandestinidad es que este brujo ha hecho acrecentar su fama.

El chamán del huachicol fue quien le recomendó dejar el negocio cuando la pugna entre grupos desató una violencia que ha dejado cadáveres en las brechas de carretera y ejecuciones a la luz del día. Fue casi antes de que las “cuotas” de los policías empezaran a rebasarlos.

Como el ducto con el crudo cuando se pica, el dinero salpicaba a todos, hasta que uno quiso más, eso también desató los enfrentamientos entre huachicoleros, afirma.

Así, gastados por los sobornos, cuenta que la covid-19 les abrió de nuevo las válvulas por medio de una política pública para inhibir el contagio del virus: la restricción vehicular.

Con el Hoy no Circula a los estatales los tienen detenidos con los operativos, pero andaban como rehiletes y la realidad de los estatales es trabarte con tu vehículo y decir 20 mil, 30 mil, 40 mil pesos y tu combustible me lo llevo con todo y camioneta, o me llevo tus bidones. La camioneta te la voy a dejar, aquí pagas tanto, y todavía te dicen: ‘vete a chambear, te voy a dar chance esta noche’

Santero, asegura, fue el que lo retiró del negocio. Los vestigios vacíos de moluscos marinos advertían algo; de la lectura de caracoles había un futuro desolador: dolor, sufrimiento… Él sólo pudo interpretarlo de dos formas: muerte o cárcel. La cárcel, porque es un vacío que no acaba, dice.

De haber seguido, cree firmemente que ya habría sido asesinado, como el resto de individuos con los que se asociaba desde los años que Hidalgo se convirtió en el paraíso de huachicol, y que en 2018 le dio el título de ser el estado más ordeñado del país.

Santero es uno de los protectores espirituales del narco y el huachicol en la región del Valle del Mezquital.

Pero no todos los casos son como los de este hombre, y él mismo lo cuenta. A Santero le dijo un huachicolero de Ulapa, Tetepango, antes aliado de este devoto, ambos se asociaron entre mangueras y bidones: “Quiero que me protejas por medio de tu poder”. Para que la muerte no llegue a ti debes estar cubierto. Por muy grave que sea lo que hagas, mientras tú tengas un pacto, la muerte te libera, respondió. El huachicolero fue emboscado por La Vieja Escuela, rémora de Los Zetas que ha tomado los territorios que este cártel controló cuando el mando lo tenía Heriberto Lazcano Lazcano, El Lazca. Su cadáver quedó tendido en Tula con ojivas a la altura del pecho.

En Hidalgo, la santería y la adoración a la muerte tienen una longeva tradición, que se ha manifestado en las últimas décadas con el fervor religioso y la construcción de la Catedral de la Muerte, ubicada en la colonia Nuevo Hidalgo de Pachuca.

A la efigie de Jesús Malverde, objeto de culto en el narcotráfico, la ilumina una luz tenue. Supuesto artífice de curas, limpias y amarres, es parte del santoral de la catedral.

Como Malverde es de cuna sinaloense, al igual Rafael Caro Quintero –el más buscado por la DEA estadunidense–, Joaquín Guzmán Loera o los hermanos Beltrán Leyva, en Hidalgo han buscado un “nativo” que emule a este “santo”, para hacerlo objeto de veneración, y lo han encontrado en Heriberto Lazcano Lazcano, asesinado presuntamente durante el gobierno de Felipe Calderón, pero cuyo supuesto cadáver fue robado.

Óscar Pelcastre, conocido como el obispo negro, asegura que personas han buscado incluir a El Lazca entre los personajes de la catedral. El argumento que le dan es que él construyó una iglesia en la colonia en la que creció, El Tezontle, donde le ofician una misa cada 7 de octubre, día en el que la Marina presuntamente lo abatió (2012).

En tanto se determina si sucede o no, Malverde es una de las figuras que acumula más ofrendas y rezos.

Aquí han llegado políticos, doctores, comerciantes, de todos los ámbitos, dice el brujo, para pedir salud, trabajo, una cura, bienestar o quitar un amarre o embrujo. Al santo de los narcos, acota, no sabe si algún capo le reza, porque jamás se pregunta el oficio de los devotos.

“Es el santo patrón de los narcotraficantes, pero nosotros lo ocupamos más para que te rinda el dinero, para protección. Todo el dinero del narco, (Malverde) lo ocupaba para ayudar a gente pobre, a los necesitados. Nosotros, entonces, lo ocupamos para abrir caminos a la abundancia”, expuso Guillermo Pelcastre, hijo del obispo negro y segundo en la estructura jerárquica de este santuario.

Mientras se persigna ante la efigie de Malverde, el otrora capo del huachicol recuerda el olor del crudo cuando se derrama sobre la maleza, dice que le ha quemado los poros y ha perdido parte del olfato. Santero es quien le recomendó ofrendarle a Charbel y al Ángel Negro, cuyos altares están aquí, en la catedral, pero le nació una devoción a Malverde porque es una figura con la que se identifica, lo percibe como un “santo” “común”, pecador, como todos nosotros, dice.

Después, como quien instruye a otro en un terreno desconocido, cuenta que en los rituales se utilizan lociones y aguas de flores de panteón, también cabezas de cerdo o algún otro animal en sacrificio. La lógica para ellos es sencilla: sangre por sangre, vida por vida.