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En la mente criminal: 33 narcos se desnudan y justifican

Para muchos, la fantasía de matar y hacer sufrir a sus padres era su mayor motivación para trabajar en el narco y cobrar venganza por el sufrir de sus madres

Escrito en NACIÓN el

Uno de los motivos por los cuales ha fracasado la guerra contra en narcotráfico en México, es que el gobierno sistemáticamente discrimina esta industria ilegal, al abordar el discurso binario estadounidense “ellos” y “nosotros”, “buenos” y “malos”, señala una investigación del Centro de Investigación Periodística (CIPER) de Chile y retomada por The Conversation.

La autora de la investigación, que entrevisto a 33 exnarcotraficantes, reconoce que el norte de México, es una de las regiones más afectadas por la violencia del narco durante la guerra contra el narcotráfico, pues entre 2008-2012 provocó balaceras, enfrentamientos entre cárteles y militares, que empezaron como acontecimientos esporádicos y terminaron siendo eventos frecuentes, de acuerdo con la publicación que primero fue editada para el Centro de Investigación Periodística (CIPER) de Chile.

A esas alturas, relató, dichos eventos ya sucedían a plena luz del día y en cualquier lugar de la ciudad.

De la mano con la creciente violencia, el cártel de los Zetas empezó a sobornar a los negocios locales. O pagaban su “derecho de piso” o les baleaban su negocio, o les secuestraban a algún familiar.

Poco a poco los negocios fueron cerrando y la paranoia aumentó debido a los mensajes que los narcos mandaban por redes sociales.

33 historias de vida de exnarcotraficantes

En 2014 y 2015 se entrevistó a 33 hombres que trabajaron en el narco, ahí abordaron temas como su niñez y adolescencia, alcoholismo, drogas, vandalismo, su incursión y rol en el narco con el fin de entender el impacto de estas experiencias personales en la incursión de los participantes en el narcotráfico.

En el análisis de sus narrativas de vida arroja luz sobre las posibles causas de su incursión en el narco y explica la lógica con la que entienden el mundo.

“Comprender ello es clave no sólo para abordar un fenómeno complejo sino para diseñar políticas públicas y de seguridad. Hasta ahora, dichas políticas se diseñan bajo la lógica de los hacedores de política. No sorprende, entonces, su gran fracaso”, dice el análisis.

Narcos: Ni monstruos ni víctimas

La autora del texto afirma que para empezar, los narcos "son parte de la sociedad, pues están expuestos a los mismos discursos, valores y tradiciones que todos nosotros".

Sin embargo, uno de los principales problemas en México es que el gobierno sistemáticamente los discrimina al reproducir el discurso binario estadounidense “ellos” y “nosotros”, “buenos” y “malos”.

Este discurso, además de ser absurdo en su extrema simplicidad, opaca los múltiples matices que revelan las causas de esta violencia.

El análisis de las historias de vida de exnarcos arroja luz sobre dichos matices. Los participantes no se ven ni como víctimas ni como monstruos.

Ellos no justifican su incursión en el narco como su ‘única opción’ para sobrevivir, como muchos estudios académicos aseguran. Reconocen que entraron al narco porque, aun cuando la economía informal les permitía sobrevivir bien y mantener a sus familias, ellos querían ‘más’

Los entrevistados tampoco se ven como criminales sanguinarios, como se les representa en las películas o series, pues los participantes se autodefinen como agentes libres que decidieron trabajar en una industria ilegal, pero también se definen como personas “desechables”.

En su investigación, documentó que este sentimiento de marginación, sumado a su problema de adicción a las drogas y la falta de un propósito general de vida hace que valoren poco sus vidas y que la muerte, en cambio, sea vista como un alivio.

“El discurso del narco”

En la investigación, además se revela un conjunto de regularidades e ideas asumidas como verdades, a las cuales se denominó “el discurso del narco”.

El discurso del narco produce un significado de la pobreza tajante. Se asume que la gente pobre no tiene futuro y por lo tanto no tiene nada que perder.

La pobreza se naturaliza, se entiende como una condición inevitable sin señalar responsables.

La lógica del discurso del narco en términos de pobreza es que los individuos están solos y por lo tanto impera “la ley del más fuerte”.

El discurso del narco también asume que los niños y jóvenes inevitablemente serán drogadictos y pandilleros.

La muerte temprana de estos jóvenes también se construye como inevitable: De esta manera, se asume que el destino de los jóvenes pobres es fatal.

Bajo esta lógica, una de las pocas maneras de disfrutar la vida es a través del consumo de productos de lujo, y la única manera de acceder a ellos es a través del “dinero fácil” que les proporciona “la vida fácil”.

La vida fácil es el trabajo en el narcotráfico. La felicidad dada por el dinero fácil se entiende como efímera pero que merece la pena. Así pues, la vida fácil se tiene que vivir rápido y al máximo.

Violencia y machismo

El discurso del narco también produce la idea de que “un hombre de verdad” tiene que ser agresivo, violento y mujeriego.

Los participantes se referían a los barrios pobres como “la jungla” haciendo alusión a la ley del más fuerte. La violencia física es esencial para sobrevivir, literalmente.

El discurso del narco resalta un aspecto clave de la violencia: es aprendida. Los hombres no nacen, se hacen violentos.

En “la jungla” los hombres también sobreviven por tener una cierta reputación. Se asume que el “hombre de verdad” es heterosexual, mujeriego y bueno para la parranda.

En este discurso también se reconoce que, a diferencia de las mujeres, el hombre de verdad no puede mostrar sus miedos, sus emociones y debilidades, y la mejor manera de hacerlo es demostrar fuerza y dominio en todos los territorios: en la pandilla, en las peleas con pandillas rivales y en sus casas, con sus familias.

En las entrevistas un tema recurrente fue el rencor que los participantes sentían en contra de sus padres. De hecho, 28 de los 33 entrevistados admitieron que en algún punto de sus vidas su mayor ilusión era matar a sus padres.

La violencia doméstica y de género son las primeras experiencias de vida de estos participantes. Todos coinciden en que su mayor frustración era ver como sus padres golpeaban y abusaban de sus madres constantemente.

Para algunos participantes, la fantasía de matar y hacer sufrir a sus padres era su mayor motivación para trabajar en el narco.

Las fantasías de los participantes sobre matar a sus padres son similares, todos coinciden en que los querían hacer sufrir, querían cobrar venganza no por su sufrimiento, sino por el de sus madres.

Narcotráfico en América Latina

Las causas del crimen y violencia en América Latina son similares. Independientemente del tipo de violencia, de narcotráfico, militar, de guerrillas o de maras, hay dos ejes transversales: la pobreza y las masculinidades tóxicas (el machismo).

Las experiencias de vida diaria de aquellos que viven en pobreza son el caldo de cultivo para todo tipo de violencia (doméstica, de género, de pandillas). Todo esto enmarcado por un tipo de violencia invisible, y pocas veces reconocida, la violencia estructural del Estado.

Académicos, políticos y sociedad civil tienen que entender y aprender de estas experiencias.

“El problema de la violencia únicamente se puede minimizar y evitar si se entiende y ataca localmente. Cada región, cada barrio, tiene problemas y necesidades específicas. Las políticas públicas diseñadas en masa no funcionarán. Y tal vez este es el gran problema, la solución de raíz al problema de la violencia no ofrece grandes recompensas a los políticos”, resalta la investigación.

“La clave para atacar la violencia es entenderla: ¿de dónde viene? ¿quién y cómo se justifica? ¿cómo se reproduce? ¿cómo se ha lidiado con ella? Para contestarlas, necesitamos un enfoque interdisciplinario y la disposición de nuestros gobiernos a escuchar”, se agrega.

Lo que más urge es un cambio de paradigma: que los militares regresen a los cuarteles, que los problemas complejos se empiecen a resolver localmente
 


(María José Pardo)