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En Cuautepec, en la GAM, hasta se burlan de quienes llevan careta

De acuerdo a las declaraciones, pocas son las personas que siguen las medidas, mientras que otras siguen con fiestas y reuniones

Escrito en METRÓPOLI el

En Cuautepec está horrible y nadie cree, dice una vecina de la zona que pertenece a la Gustavo A. Madero y que colinda con el Estado de México.

Para quienes conocen la zona quizá la frase no les diga mucho. En sus calles desde hace campea la inseguridad. Los taxistas evaden ir para allá y cuando lo hacen avisan a sus compañeros.

Pero cuando Vanessa dice que está horrible se refiere a que nadie respeta las medidas de sana distancia, ni las reuniones de más de 10 personas, ni la instalación de tianguis, ni el uso de cubrebocas para evitar la propagación de los contagios de la covid-19, la pandemia que ha puesto de cabeza a los sistemas sanitarios del mundo.

Cuando ella dice que nadie cree, es porque pese a que este 22 de mayo se cumplieron 62 días de la Jornada de Sana Distancia, los vecinos en su mayoría caminan como si en las calles no hubiera un enemigo invisible llamado coronavirus, que ya superó los 5 millones de contagios en el mundo y las 300 mil muertes, mientras que en México suman 6 mil 989 personas fallecidas.

La situación en Cuautepec está horrible. La gente no entiende las medidas de la sana distancia, que no se aglomere, que no hagan fiestas. Hace cuatro semanas hubo una cerca de mi casa, pasó otra semana y luego hubo otra con sonido y se escuchaba mucha gente. Después, otra en la cuadra de atrás que terminó tardísimo.

Luego hace dos semanas hubo una fiesta más de otro vecino y se escucharon balazos.

Decidió llamar al 911 para denunciar, pero no le hicieron caso porque evitó dar su nombre. El resultado fue que la fiesta acabó de madrugada.

Pero también de día la gente tiene un comportamiento de indiferencia a las medidas de sana distancia. En Cuautepec la gente ve con extrañeza a quienes llevan cubrebocas y con burla a quienes usan careta.

“Toda la gente está aquí como si nada. El tianguis se sigue poniendo los días que le toca. Martes y domingo, sin falta y siguen viniendo todos los puestos y la gente sigue pasando como si nada. Incluso gente de mi familia no cree en el virus y anda como si nada. Son personas ya mayores. Muchos salen también de negocios no esenciales, hay una florería, una tienda de regalos, papelerías y otras que no entiendo por qué deberían estar abiertas y nadie hace nada. Afuera de la lechería una señora vende Avon y cosas que no necesita la gente. La vida aquí sigue normal, aunque dicen que murieron dos tianguistas y otras tres del barrio.

“El único lugar donde se respetan las medidas es el Soriana porque te dicen que te esperes aunque no sirve de mucho porque aunque están marcadas con un tache las posiciones para no acercarse, la gente no respeta”.

“Que te digo, nadie cree, está horrible”, reitera Vanessa. Pero el escepticismo no es un escudo contra la muerte, que aunque sea el destino de todo el que nace, no hay razón para apresurar la cita con ella.

CASO FAMILIAR

Otro caso es el de Sandra, quien tiene familia en Aragón. Ellos le contaron que la covid se ha “ensañado” con la familia del esposo de una de sus sobrinas. El abuelo de la familia era dueño de una carnicería y no creía en la pandemia. Cuando empezó la emergencia, él continuó trabajando normalmente en su negocio, sin usar cubrebocas o alguna otra protección. Con él también trabajaba uno de sus hijos. Ambos se hicieron la prueba y resultaron positivos. Ninguno quiso internarse en algún hospital, a pesar de sufrir fiebre alta y padecer problemas para respirar.

Fueron atendidos en su casa por un infectólogo del hospital Ángeles, compraron tanques de oxígeno y los medicamentos prescritos.

Sin embargo el abuelo murió el 9 de mayo. Su hijo falleció seis días después. Pero en su familia no han sido las únicas víctimas del mortal virus. Una de sus hijas también se contagió y es atendida en su casa.

La prima de Sandra teme se produzca un mayor número de contagios en esa familia, ya que al fallecer el abuelo en su casa tanto hijos como nietos entraron a despedirse de él. Luego de ser incinerado, realizaron el novenario en la casa donde falleció. Lo mismo sucedió con el hijo.

La hija contagiada es atendida en su casa por sus hijos y su esposo. El resto de la familia continúa su vida laboral normal. Sólo uno de ellos ha comenzado a usar cubrebocas.

RELAJACIÓN

En la alcaldía Gustavo A. Madero, gobernada por el morenista Francisco Chiguil, el mismo que como perredista debió renunciar en 2008 luego de la tragedia del News Divine, Cuautepec no es el único sitio donde las medidas para evitar la propagación de la covid-19 se han relajado.

En la colonia San Felipe de Jesús la misma donde cada semana se pone desde hace más de 40 años el tianguis de la San Felipe, el más grande de Latinoamérica, apenas hace dos semanas se dejó de instalar.

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Quienes cada domingo padecen la presencia de los tianguistas comentan que primero habían respetado no ponerse  por quitarse pero luego volvieron, presionados por los líderes.

Pero ya suman dos domingos seguidos, el 10 y 17 de mayo, que no se instalan. Lo que no significa que en el resto de la colonia se sigan las medidas para evitar los contagios.

El mercado de la San Felipe, en Dolores Hidalgo, es un ejemplo, revela Jazmín. A pesar de que hace unas semanas sus entradas fueron rodeadas con cintas de seguridad, estas han comenzado a ser retiradas. Las tiendas de ropa que habían cerrado, volvieron a abrir sus cortinas en esta semana de pico de casos de contagios en la ciudad de México.

“Según ya nada más estaba abierta la zona de frutas y verduras”, expresa Jazmín.

Pero además afuera del mercado, en una pequeña plancha de paso para los peatones, ha comenzado la invasión de puestos ambulantes con antojitos y cuyos dueños atienden sin cubrebocas.

Algunos establecimientos sí han cerrado. En el cruce de Dolores Hidalgo y León de los Aldama, una de las zonas más concurridas hay un local de Liconsa, donde las señoras que tienen hijos pequeños van desde la madrugada por su bote de leche. Ya lleva unas semanas cerrado, dice Jazmín. Pero es una excepción a la regla.

Incluso en casa Jazmín convive con el escepticismo. Su abuelito cree que la covid no es tan grave, por lo que costó trabajo convencerlo de ya no salir a la calle. Al final aceptó.

Jazmín tiene a su novio Roberto, quien vive en la Cuchilla del Tesoro. Él mismo dice que la gente sale a hacer cosas no indispensables, como antes de la pandemia. Pero la covid no sabe de costumbres antes de que ella llegara.

Roberto se enteró que a dos calles dos personas fallecieron.

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(Ameyaltzin Salazar)