La convivencia diaria ha puesto en peligro a las mujeres en Argentina al agravarse el número de casos de violencia de género e infantil. En los primeros cien días de cuarentena se cometieron 77 feminicidios, uno cada 31 horas, según datos de la ONG Casa del Encuentro, y los pedidos de auxilio no cesan, de acuerdo con información de El País.

Además, las mujeres argentinas, en específico de Buenos Aires, sufren la disminución de ingresos y luchan por sobrevivir a la sobrecarga laboral, o al otro extremo, al desempleo, como consecuencia del encierro prolongado.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que se perderán al menos 860,000 empleos en el país sudamericano por el parón económico derivado de la pandemia y advierte de que las mujeres se llevan la peor parte.

Esto a causa de que son mayoría en algunos de los sectores económicos más afectados por la crisis, tales como la hostelería, la restauración, el comercio y la industria manufacturera.

“También predominan en los sectores del trabajo doméstico, la asistencia sanitaria y los servicios sociales, donde corren mayores riesgos de perder su ingreso, de infección y de transmisión, y es menos probable que tengan protección social”, agrega.

María Luz Giménez limpiaba en cuatro casas antes de que la pandemia de la covid-19 alterase las vidas de Buenos Aires. Sus empleadoras le dijeron que la llamarían cuando “todo pase”, pero hace más de 100 días que Buenos Aires no puede trabajar.

Al quedar fuera de la categoría de trabajadores esenciales, la mujer de 37 años, con tres hijos, no está autorizada a subirse al tren y viajar desde La Matanza hasta la capital argentina. Como ninguno de los empleos era formal, solo recibe ingresos por uno de ellos.

Ella y su familia sobreviven ahora gracias a las ayudas estatales, el intercambio de favores con vecinas y los comedores gratuitos, en los cuales se ha multiplicado la concurrencia en los últimos tres meses ya que, uno de cada cuatro habitantes requiere asistencia alimentaria.

En Argentina, el empleo doméstico ocupa a casi dos millones de personas: 650,000 están registradas y alrededor de 1.3 millones trabaja en la informalidad.

A finales de marzo, después de que el presidente argentino, Alberto Fernández, decretase la cuarentena, este sindicato recibió cerca de mil consultas diarias y ampliaron hasta 40 abogados su equipo de legales.

“Tenemos muchas denuncias porque hay muchos abusos. Una empleadora intimó a su trabajadora a hacer teletrabajo desde su casa, quería que le hiciese el lavado y el planchado allá sin saber las posibilidades de esa trabajadora, que tiene muy bajos recursos y vive en unas condiciones muy distintas a las suyas”, dijo al diario Carmen Britez, de la Unión personal auxiliar de casas particulares (UPACP).

Según la asociación, 90% de los trabajadores del servicio doméstico son mujeres, pero a su vez la mayoría está compuesta por jefas de familia. De acuerdo con la Encuesta nacional sobre la estructura social (ENES), las mujeres están a cargo del 84% de los hogares monoparentales en Argentina.

“Ahora la mayoría no pueden concurrir a su lugar de trabajo o, en algunos casos, las obligan a quedarse a dormir y llevan meses sin ver a sus familias”, asegura. Algunos abusos han saltado a los medios de comunicación, como el de unos empleadores que trasladaron a una trabajadora doméstica en la cajuela de su automóvil.