El 15 de octubre de cada año ha sido señalado por las Naciones Unidas como el Día Internacional de las Mujeres Rurales, con el propósito de resaltar “la función y contribución decisivas de la mujer rural, incluida la mujer indígena, en la promoción del desarrollo agrícola y rural, la mejora de la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza rural”. A partir del trabajo que GENDES ha realizado en comunidades rurales, nos parece importante evidenciar que muchas veces esa importancia es minimizada por las construcciones de género que aún prevalecen en esos contextos. En este artículo nos gustaría resaltar los que tienen que ver con la función de autoridad de los hombres, la división del trabajo doméstico y de cuidados; el rol de proveeduría.

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Función de autoridad de los hombres

Si bien en forma generalizada los hombres son vistos como “jefes de familia”, en contextos urbanos existen mayores posibilidades de que esto se ponga en duda o no opere. Un factor tiene que ver con las diferentes formas de organización familiar donde los hombres pueden no estar presentes; también la posibilidad de que las mujeres tengan mayores niveles de instrucción y acceso a recursos económicos que las coloquen en una posición menos desfavorable para negociar las formas de tomar decisiones; asimismo, el hecho de que las instituciones que protegen derechos de las mujeres usualmente se encuentran en medios urbanos y su cobertura es limitada para buena parte de la población rural. Aparte de estos factores, ante la ausencia de los hombres (por migración , por ejemplo) es más probable que en el sector rural existan mecanismos de control sobre las mujeres por parte de los hijos (varones) o las familias, de manera que cualquier comportamiento “no esperado” es reportado al “jefe de familia” o sancionado por la familia o la comunidad.

La división del trabajo doméstico y de cuidados

 Tal como lo muestran las encuestas sobre el uso de tiempo del Inegi, hay una mayor participación de las mujeres en el trabajo doméstico y de cuidados; sin embargo, si observamos los mapas que muestran las brechas de género se observa que la mayor desigualdad se presenta en estados con mayor población rural (Encuesta Nacional sobre el Uso del Tiempo (ENUT) 2019. Presentación de resultados, pág. 20 y 21). Efectivamente, en el transporte o en los espacios públicos de muchas ciudades ya se puede observar a padres que llevan a sus hijos e hijas a algún destino o conviven con ellos y ellas; sin embargo, en el ámbito rural aún existe una división más rígida de los roles que deben desempeñar hombres y mujeres.

Una actividad que ha usado GENDES en el trabajo con hombres de las comunidades rurales es que identifiquen todas las actividades que realizan los hombres y las comparen con las de las mujeres

, además de identificar todos los “permisos sociales” que tienen ellos en relación con ellas . Como podrá imaginarse, el resultado de las hojas de rotafolios que elaboran los equipos evidencian la sobrecarga de trabajo que ellas tienen (incluso, sin necesidad de cuantificar las horas) y todas las limitaciones que ellas tienen para participar en la comunidad, socializar o divertirse, que ocupa buena parte del tiempo de los hombres. El cumplimiento del trabajo doméstico y de cuidados no sólo implica una carga desigual y abusiva, también limita la participación de las mujeres en otras actividades, por ejemplo, en proyectos productivos o en el ejercicio de liderazgos comunitarios.

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El rol de proveeduría

Según el Inegi, los hogares en los que se reconoció que la jefa de familia era una mujer paso de 1 de cada cuatro en 2010 a uno de cada tres en 2020. Claramente, estamos dejando de ser los principales proveedores, pero este fenómeno no ha cambiado la construcción cultural de que los hombres somos los proveedores. De hecho, al trabajar con comunidades rurales se observa que, en zonas de producción para el autoconsumo, es muy probable que quien obtenga recursos monetarios sean las mujeres, pues mientras ellos producen alimentos con escasos remanentes para la venta, ellas crían animales de traspatio, hacen artesanías o productos comestibles, se emplean para hacer trabajos domésticos, etcétera; más aún, en muchos casos los programas les entregan directamente a ellas los recursos.

Como vemos, las mujeres rurales se enfrentan a múltiples factores que permiten valorar sus reales o potenciales capacidades de liderazgo, de generación de recursos, de diversificación de actividades. Es imprescindible que, entre muchas otras medidas, los hombres reconozcan la capacidad de las mujeres y aprendan a compartir espacios de participación y toma de decisiones con las mujeres.

René López Pérez Este artículo fue escrito por René López Pérez, responsable de investigación de GENDES Género y Desarrollo.

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