Dos exalumnas del Instituto Cumbres en Cancún Quintana Roo decidieron dar sus testimonios sobre abuso sexuales al diario El País, cometidos por el entonces director Fernando Martínez de la congregación de los Legionarios de Cristo. En sus declaraciones podemos ver que estos abusos pudieron detenerse, ya que las pequeñas fueron inscritas al colegio después de que el director había tenido acusaciones de pederastia, lo que nos deja ver que la violencia sexual persiste en un sistema, es decir, se permite porque lo permite la estructura, como lo ha estudiado Rita Segato.

Las víctimas de los Legionarios de Cristo aún siguen con el trauma del abuso sexual que vivieron en su infancia. “No te tocaba solamente la pierna, te tocaba las partes íntimas”, se lamenta. “Yo tenía seis años, estaba muy chiquitita”, relató María Belén al diario El País.

Márquez, de 34 años, es una de las ocho víctimas que este año denunciaron haber sido abusadas cuando eran niñas en Cancún -al sur de México- por el director de su colegio, miembro de los Legionarios de Cristo. Entre sus recuerdos vive la voz del cura que le decía en la oscuridad: “Me decía: ‘¿Te gusta?, ¿te gusta?’, y yo callada”.

El abuso que vivió la ahora directora de la ONG católica Misión Maya no ha salido de su memoria “Uno cree que pudo haberlo evitado”, comenta con pesar. “Son secuelas que no se ven, pero que duran toda la vida”.

El abuso que vivió Márquez quedó entre las paredes del Instituto Cumbres entre 1991y 1993 en Cancún, Quintana Roo.

Romper el silencio

Las jóvenes decidieron hablar después de que la presentadora de radio Ana Lucía Salazar contó en sus redes lo que también había sufrido en manos de Martínez. “Su denuncia fue un parteaguas para mí porque sacudió algo que yo tenía reprimido”, admite López, que en la actualidad se dedica a la museografía. 

Biani López Antúnez es otra de esas ocho mujeres. Cuando tenía ocho años se mudó de Ciudad de México a Cancún porque su familia quería darle una vida mejor, lejos de la “inseguridad”. Sus padres decidieron inscribirla al Instituto Cumbres que dirigía Martínez pese a que había sido acusada de pederastia “era totalmente prevenible”, dijo Biani.

“Además de abusar de nosotras, nos hacía ver los abusos a otras niñas. Nos metía en el cuarto de baño de la capilla, pero dejaba la puerta entreabierta y, al resto, nos hacía sentarnos en primera fila y ver”, cuenta López

En una investigación, se mostró la red de corrupción que operaba dentro de la congregación, ya que desde el momento en el que se nombró al director del Instituto Cumbres, una escuela que forma parte de una red internacional con presencia en 19 países; Martínez ya tenía diversas denuncias de abuso sexual desde 1969.

El cura no operaba solo, tenía cómplices

Las víctimas señalaron a Aurora Morales como cómplice del director, era ella quien enviaba a las niñas a la oficina del abusador. Márquez revela que al ver su foto en la red se sintió insegura. ¡Miedo, a mis 34 años!”, repitió. “Tengo grabada la escena de miss Aurora sacándonos del salón. Nos decía: ‘Pues te habla el director”.

En la investigación solo se admitió el abuso de seis niñas, pero no se indagó en el encubrimiento, en el que operó la profesora Morales y Eloy Bedia, quien era director territorial de los Legionarios en México en esa época. Cuando las niñas le revelaron todo a sus padres, Martínez ya no se encontraba en México. “Habían activado el mecanismo de encubrimiento antes de reunirse con nosotros”, reclama. “Ellos se justifican en que obedecieron órdenes”, reprocha Márquez, “pero cuando hablas de abuso infantil no te puedes refugiar en la obediencia”.

“Los responsables tienen que saber que el tiempo no pasó para nosotras”, resalta Márquez. “Yo soy católica”, se repite a sí misma. “Como católicos creemos que defender a la Iglesia es ser prudentes, callar para no dañar, pero hemos dañado más con el silencio”.