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“Yo tenía coronavirus y viví aislada en León”: Laura

Laura Moreno vivió para contarla. Estuvo 24 días sin salir de una habitación, ella narra cómo es vivir con el Covid-19. Para aquellos que todavía no la creen

Escrito en GUANAJUATO el

Hoy te sientes muy mal. Algo extraño sucede adentro de tu cuerpo, pero no sabes qué está pasando en tu interior. Estás mareada. Quieres caminar y pierdes el equilibrio. Quieres estar parada y no tienes fuerzas. No puedes andar con normalidad y se te baja la presión. Entiendes que tu cuerpo te está enviando una señal.

Los primeros síntomas suelen ser desconcertantes.

Laura cuenta como es que sobrevivió al virus. Su familia le entregaba la comida en su cuarto, sin verla

Deseas que sea una gripe fuerte y no pase a mayores. Tratas de justificar que tal vez estás cansada por el viaje. Y tienes la esperanza de que se te quite con Paracetamol. Pero esto es apenas el principio del contagio.

Al rato, te empieza a doler la cabeza. Es un dolor intenso. Insoportable. Terrible. Como una migraña. Te duele tanto que debes cerrar los ojos para que te deje de doler un poco. En realidad no deja de doler. Nunca deja de doler. El dolor de cabeza sube y baja de intensidad, pero ahí está casi siempre. Te molesta y te aturde. No te deja hacer nada. No soportas la televisión. No soportas la música, ni los ruidos.

Ponte en su lugar: Tu nombre es Laura Moreno de Milán.

Eres una señora originaria de León. Madre de dos hijos: una educadora y un doctor. Eres ama de casa y esposa de un hombre que se dedica a las ventas. Y fuiste contagiada de coronavirus en un viaje en Turquía.

Laura estuvo 24 días sin salir de una habitación en León

No sabes ni cómo ocurrió.

Tu usabas cubrebocas todo el tiempo. Te ponías guantes. Y usabas gel antibacterial. Te lavabas las manos con jabón y agua. Y eras muy cuidadosa y precavida.

¿Y entonces cómo ocurrió?.

Nadie sabe nunca cómo se contagia.

Y empiezas a imaginar cómo fue que ese virus mil millones de veces más pequeño que una migaja de pan entró a tu cuerpo. Pudo haber sido en la calle, en un baño, en un hotel, en un avión en tu regreso a León. En una conversación con una persona. En una comida. Nunca lo sabes. Lo único que entiendes es que tienes el virus. El virus vive en ti.

Te duele todo el cuerpo. Te duelen las articulaciones, los brazos, las piernas. Y tienes una intensa tos. Una tos seca y fuerte, imposible de controlar. Debes estar sola y en silencio, en reposo total, para soportar los dolores.

Un día pierdes el sentido del gusto.

Te comes un mango y sabe a fierro. No sabe igual. Y luego te comes una piña y sabe exactamente igual al mango. A fierro. Nunca has probado el fierro, pero sientes que sabe a fierro. La fruta no tiene sabor. No sabe a nada. La papaya sabe a fierro. Uno de tus platillos favoritos es el carpaccio de salmón, y un día te lo preparan, pero no sabe a nada. El salmón sabe a fierro. Aunque en realidad no te da hambre. No tienes ganas de comer. Te molesta el comer. Te duele la garganta. Pierdes el gusto por la comida. Sólo quieres respirar.

Y de pronto, pierdes el sentido del olfato. Un día te das cuenta que no hueles nada. Tomas en tu mano un perfume y no huele a nada. Los aromas más hermosos del mundo, pierden su esencia. Las flores pierden su olor. El mundo pierde el aroma.

Ahora vives encerrada en un cuarto.

Nadie puede entrar a verte. Tu esposo te pasa la comida sin meterse a la habitación. Te toca la puerta y te pasa un plato o un vaso. Tu hija te prepara la comida y te la da, sin tocarte, sin abrazarte, sin darte un beso. Tus nietos no pueden visitarte. Te hablan por Facetime y te mandan besos y abrazos que te dan fuerza. Tu hijo el médico te habla todos los días, desde el primer momento. Te dice qué hacer para derrotar al coronavirus. Te receta y te cuida, a distancia, desde que andabas de viaje. Tu hijo doctor ha sido una bendición. Desde el hospital, tu hijo está al pendiente de ti, de día y de noche, sin descanso.

Todos los proyectos familiares, están cancelados. Tu esposo está en cuarentena. Tu hija educadora está en cuarentena. Por fortuna, ellos no se han contagiado. La familia tenía una boda en Vallarta, pero decidieron no ir. No sales ni al jardín de tu casa. Tienes 3 semanas encerrada en tu habitación. Un doctor de la Secretaría de Salud de Guanajuato, Félix Reynoso, te llama diario para ver cómo estás. La doctora Verdusco le da seguimiento a tu caso desde el punto de vista epidemiológico. El Gobierno del Estado te está monitoreando y cuidando. Y el Gobernador de Guanajuato, Diego Sinhue, está al pendiente de tu caso.

Tú te encomiendas a Dios. Todos los días rezas. Rezas el Padre Nuestro y rezas la oración de Jesús Confío en Ti. Y rezas La Magnífica: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de gozo en Dios, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava”.

Y te encomiendas a tu hija Estefanía que es un angelito. Estefanía era una niña especial y falleció a los 15 años. Te encomiendas a ella que está en el cielo. Le pides que te cuide. Le pides que te dé la fuerza que ella tuvo en vida. Le rezas a tu ángel Estefanía para encarar esta prueba.

Vives con miedo. Tu hijo doctor te guía para que el virus no afecte a los pulmones. La clave es que los pulmones no sean afectados. Ahí está la salvación. Unos amigos de Guanajuato que andaban en el mismo viaje ya fueron afectados de los pulmones y están en el hospital, conectados a un respirador artificial. A ti no te ha afectado la respiración. Todavía puedes respirar por ti misma.

En México, 970 personas han muerto por el coronavirus. En el mundo van 187 mil defunciones. En Guanajuato, las autoridades sanitarias reportan 15 muertos por el Covid-19.

La enfermedad te obliga a la reflexión. Cuando te sientes bien, aprovechas para leer un libro que trata sobre La Segunda Etapa de la Vida. Y tienes la oportunidad de ver tres historias en Netflix: Milagro en la Celda 7, El Hoyo y La Cabaña. En cada libro, en cada historia, encuentras algo que da sentido al momento que vive la humanidad. Valoras a tu familia. A tu esposo. A tus hijos. A tus nietos. Valoras la comida. La naturaleza. La vida.

Hasta que un día, después de 24 días de encierro, recibes una llamada telefónica importante. Una llamada de la Secretaría de Salud de Guanajuato. Hace días te tomaron una segunda muestra de laboratorio y está pendiente el resultado. Todos están a la expectativa. Hay nerviosismo. Y entonces el doctor te da una noticia que te quita el dolor de cabeza: “Laura. La nueva prueba salió negativa. Felicidades. Has vencido al coronavirus”.