Main logo

Un fugitivo español se oculta en León desde hace más de 30 años

Investigación del diario El País señala a Íñigo de Guinea Pérez, implicado en dos atentados en 1980 en España, junto con Daniel Fernández de Landa

Por
Escrito en GUANAJUATO el

Los españoles Íñigo de Guinea Pérez y Daniel Fernández de Landa Roca, presuntos autores de dos de los atentados más cruentos de la época de la Transición española, viven desde hace más de 30 años con total impunidad en México, según una investigación del periódico español El País, que desvela por primera vez su paradero.

Señala el diario español que De Guinea Pérez, a sus 60 años, reside con su familia en León, Guanajuato, es acusado de apuñalar a muerte a Joaquín Martínez Mecha, el hombre que acompañaba al líder vecinal en Madrid, España, Arturo Pajuelo Rubio cuando fue asesinado luego de una manifestación el primero de mayo de 1980. 

En la investigación de El País se informa que Fernández de Landa, de 64 años, está acusado del asesinato del Pajuelo Rubio.

Íñigo de Guinea y Daniel Fernández de Landa también están acusados de formar parte del comando fascista que perpetró cinco días después el asalto al bar de Madrid, San Bao, donde murió el soldado Juan Carlos García Pérez.

Ambos fugitivos protagonizaron una fuga de película en 1980 que les permitió eludir el banquillo en España, donde está prohibido el juicio en ausencia para delitos graves. Y, durante más tres décadas, disfrutaron de una plácida vida anónima a más de 9 mil kilómetros de Madrid mientras Interpol les tenía en su lista de prófugos en busca y captura.

Falange Española

La investigación de El País indica que los fugitivos De Guinea y Fernández de Landa eran integrantes de un movimiento surgido de Falange Española. Este partido político fundado por José Antonio Primo de Rivera en 1933, siguió los lineamientos ideológicos del fascismo italiano y funcionó como el sustento de la dictadura impuesta por Francisco Franco.

A partir de la implementación exitosa del fascismo en Italia de la mano de Benito Mussolini, la derecha española buscó reproducir la experiencia en su tierra. José Antonio Primo de Rivera, hijo del dictador Miguel Primo de Rivera que gobernó España entre 1923 y 1930, fue el líder que irrumpió con la intención de imponer un régimen reaccionario y autoritario.

El falangismo, de este modo, apuntó a impedir el avance de las posturas de izquierda. Su accionar violento en las calles resultó vital para propiciar el clima que derivó en la Guerra Civil, cuyo resultado fue el triunfo de Franco.

Arturo Pajuelo Rubio, asesinado el 1 de mayo de 1980, en Madrid.

Actividades en México

Durante este tiempo, los fugitivos inscribieron propiedades a su nombre, crearon empresas y se registraron como extranjeros en organismos gubernamentales mexicanos.

De Guinea cambio su nombre al modificar su Íñigo natal por Ignacio, y Fernández de Landa consiguió en 1990 la nacionalidad mexicana, según la documentación a la que ha tenido acceso El País.

Refugio en León, Guanajuato

La investigación periodística de El País dio a conocer que el fugitivo Íñigo de Guinea Pérez eligió la ciudad de León para echar raíces, formar una familia y escabullirse de los investigadores españoles que le buscaban por apuñalar a Joaquín Martínez, amigo de Pajuelo.

De Guinea inscribe en León una vivienda unifamiliar de 130 metros con jardín en la calle Canciller de la colonia Real Providencia, según el registro de la propiedad. Lo hace con un nombre falso. Cambia Íñigo por Ignacio.

En Real Providencia ignoran que dos juzgados españoles han reclamado durante más de 30 años por homicidio doloso a su vecino De Guinea. Las órdenes de busca y captura contra este hombre de marcado acento mexicano permanecieron activas hasta 2006 y 2011.

En León, De Guinea creó una empresa de productos plásticos en 2000, cuando todavía estaba en busca y captura por Interpol, según el registro mercantil. Su negocio funcionó en una gran nave industrial a 20 kilómetros de su domicilio. Hoy, alquila un departamento en El Dorado Residencial (junto al centro comercial Vía Alta) y vende productos en internet.

De Guinea no oculta su obsesión por las armas (le gustan los clubes de tiro) y mantiene intactas sus convicciones, según un perfil en redes sociales con el apellido modificado, en que sigue en contacto con antiguos militantes de Falange Española de las JONS y ex miembros del Frente de la Juventud, una escisión violenta de Fuerza Nueva cuyos militantes perpetraron asesinatos, asaltos y secuestros.

El periódico español tuvo la primera conversación con De Guinea a las 17:30 del pasado martes 10 de mayo, duró tres minutos.

-¿Íñigo de Guinea?

-Sí, soy yo.

-Soy un periodista español. Preparamos una historia sobre sucesos de la Transición y queríamos hablar con usted.

-Pues sí, no hay ningún problema, pero en este momento estoy en el coche, en la calle. No sé si puede ser más tarde, en un par de horas, que me llame.

-Nos gustaría saber su opinión sobre una serie de sucesos que ocurrieron en los 80 en España y en los que estuvo implicado, recordará perfectamente de qué se trata…

-Sí, sí, claro…

De Guinea emplaza a mantener a una segunda charla dos horas después, pero no atiende a las llamadas. Al día siguiente, tras la insistencia, descuelga el teléfono para desplegar una retahíla exculpatoria.

-Según la justicia, estuvo implicado en el asesinato de Arturo Pajuelo y en el asalto al bar San Bao…

-Tuve que ver en esos hechos, pero no como aparece en los sumarios. No todo lo que dicen es cierto. No estuve en el juicio, no me pude defender.

-No estuvo en el juicio porque huyó y ha estado en busca y captura tres décadas.

-Me fui porque me salió un trabajo. Tenía 18 años y miedo. Muchos acabaron en la cárcel sin tener nada que ver. Era arriesgarse demasiado. ¿Y si no podía demostrar mi inocencia?

-Joaquín Martínez, el superviviente del atentado contra Pajuelo, le reconoció como el autor de su apuñalamiento.

-Me inculparon, pero no estuve allí. No dañé a nadie. En el caso del bar San Bao, estuve en los alrededores, pero no llegué a entrar.

-¿Por qué se ha cambiado su nombre a Ignacio?

-Me dijeron que Íñigo no existía en el santoral mexicano.

Se despide con voz pausada. Asegura que ha perdido el contacto con Fernández de Landa y reconoce que trabajó con él hace dos décadas en una empresa mexicana de plásticos.

Y es precisamente el plástico el hilo conductor que marca la vida secreta en México de De Guinea y Fernández de Landa, este último desde 1985 tiene su residencia en la Ciudad de México.

Los hechos de la acusación

La fuga a México de De Guinea y Fernández de Landa se registra durante el momento más violento de la Transición española.

Transcurre 1980. Arturo Pajuelo Rubio, de 33 años. Trabaja como delineante en una empresa aeronáutica de Getafe y pertenece a la asociación vecinal Guetaria de Orcasitas, en Madrid. Su barrio es un conglomerado erigido en los 50 por obreros de la construcción y trabajadores de Telefónica. Pajuelo es líder batalla para que se repare un bloque de viviendas amenazado por las grietas.

A las 13:45 del 1 de mayo de 1980, Pajuelo y su amigo Joaquín Martínez salen de la manifestación del Día del Trabajo, convocada por UGT y CC OO. Caminan por la calle de Tarragona cuando dos individuos les asaltan en silencio. Son presuntamente De Guinea y Fernández de Landa, militantes de la Falange Española y de las JONS. De Landa asesta nueve puñaladas a Pajuelo en el hígado y pulmones. Joaquín Martínez recibe dos de De Guinea, según relató Martínez.

Un taxista traslada a Pajuelo y lo traslada a un hospital y a Martínez le auxilian unos tunos, el líder vecinal muere, Martínez sobrevive. 

“Me dieron dos puñaladas en la espalda. Una me afectó al riñón y otra al coxis. Estuve 21 días ingresado en la UCI, grave. Creo que nos siguieron al terminar la manifestación. Nos cogieron al azar”, recuerda hoy, a sus 67 años, este superviviente.

Desde la cama del hospital, Martínez dio las pautas a la policía para elaborar los retratos robots de Daniel e Íñigo.

Martínez identificó al agresor en el archivo fotográfico de Diario 16. No se fiaba de la Policía. 

“El que apuñaló a Pajuelo era un tipo barbilampiño y con cara de mujer, Daniel. Lo vi al 98 por ciento. Y, si lo traen aquí, lo confirmaría al 100 por ciento?, dijo Martínez quien recibió formación de reconocimiento facial durante su etapa como empleado de aduanas y que arrastra una incapacidad como consecuencia de las cuchilladas.

El crimen de Pajuelo conmocionó a la sociedad. Más de 20 mil personas asistieron al sepelio en el Cementerio de Carabanchel y 40 mil se manifestaron y participaron en una huelga, según las crónicas publicadas de ese tiempo.

Ataque a bar

Cinco días después del asesinato del líder vecinal, una milicia de una veintena de falangistas irrumpe con cadenas, cuchillos y pistolas en el bar San Bao de la calle de Arturo Soria, en Madrid. 

“No os mováis que os vamos a matar. ¡Viva Cristo Rey”, dijeron los falangistas.

Fue la respuesta de los ultras a una marcha homenaje a Pajuelo Rubio que acababa de finalizar en la zona. Los convocados habían pedido la ilegalización de Fuerza Nueva, la formación que pilota el notario de verbo encendido Blas Piñar.

Uno de los clientes del San Bao, Juan Carlos García Pérez, soldado de 20 años de edad, muere en la reyerta tras recibir dos tiros por la espalda. Otros tres jóvenes, resultan heridos.

La Audiencia Nacional procesó en 1983 por el asalto al San Bao a una decena de ultras, entre los que figuraban Fernández de Landa como autor del disparo mortal, y De Guinea, que ya acumulaba en su historial criminal el presunto apuñalamiento de Martínez y una detención por su participación en la muerte a tiros de un vecino de Arganda del Rey, en Madrid, José Prudencio García, de 44 años.

Fernández de Landa huyó de España en 1980 tras pedirle a los policías que iban a detenerle unos minutos para quitarse la chaquetilla de camarero en el bar de El Escorial donde trabajaba. Él había sido expulsado de Falange Española y de las JONS un año antes por su conducta “revolucionaria y agresiva”, según el sumario del caso Pajuelo.

"Los culpables huyeron"

Felipe Pajuelo, de 68 años, hermano de la víctima, asegura que su familiar no militaba en ningún partido ni sindicato. 

“Los culpables huyeron. Nosotros nos quedamos sin Arturo y sin justicia. Cuarenta años después, nadie ha pagado por su asesinato”, lamenta.

En el madrileño barrio de Orcasitas, una escultura en forma de paloma levantada con una colecta popular rememora a aquel treintañero de pelo afro que reclamaba ante el poder casas para las familias más humildes. Un centro de mayores lleva su nombre.

“Arturo Pajuelo era un líder nato, un joven que hizo mucho por el pueblo”, defiende uno de los residentes.

CM