Llegó de emergencia, manejando a toda velocidad, por el bulevar Venustiano Carranza y entró por la calle Acerina, tratando de llegar cuanto antes al área de urgencias del Seguro Social T-21. Ya desde temprano se sentía mal y sabía que tenía que ir pronto al médico.
Así que dejó el último flete que había tomado en la mañana y se dirigió a la clínica. Había trabajado desde la madrugada y el lodo en su coche así lo indicaba: él solía salir a “ruletear” con el auto siempre bien lavado, carrocería e interiores.
Andaba “libre”, es decir que no pertenecía a ningún sitio y no andaba en alguna frecuencia de radio, así que a ninguno de sus colegas ruleteros le avisó de su malestar.
El taxi “de los verdes”, con el número económico LE-1033 quedó estacionado donde su chofer alcanzó a llegar. Ni siquiera le apuró haberse estacionado afuera del taller mecánico de Juanito, el especialista en direcciones hidráulicas del rumbo.
Tomó su celular y su cartera, pero ya no alcanzó a bajar del vehículo. Gente que pasaba dio aviso a los médicos de Urgencias y más tarde se confirmó que el chofer ya había fallecido. Murió en su puesto de trabajo: al volante del taxi que manejó los últimos años y que fue su forma de vida y sustento.
La ausencia de huellas de violencia permitió dar como supuesta causa de la muerte una enfermedad previa.
CV