El Estadio León fue epicentro de alegría para toda una ciudad, pero no había ninguna persona en la gradas.
Con un dron a 200 metros de altura, la escena es emocionante y enigmática: 64 luces azules como espaciales aparecen del lado izquierdo alineándose en perfecta sincronía, semejando a pequeños insectos del futuro apunto de ser testigos de la coronación de un equipo de futbol en la tierra.
La imagen es contradictoria también por que en medio de ese estadio sin público se jugaba la final del futbol mexicano. La pandemia mundial trae a la historiografía local este momento: El día en que nadie fue al estadio a ver la final de León vs Pumas.
Y en medio de esa desolación, de ese escenario post apocalíptico como las millones de estampas que han traído los nueve meses más extraños de la historia moderna de humanidad, un explosión con luces y agua irrumpía y marcaba la llegada de la octava copa de liga para el equipo de la ciudad.
El estallido de alegría de una ciudad entera desde las alturas, con un estadio vacío y pequeños objetos voladores no tripulados esperando su momento para volver a alinearse y para escribir en el aire, por todo lo alto, que León alzaba la copa un vez más.