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Por 3 años, Arturo persiguió la justicia para su hija Francia Ruth

Aunque el papá de Francia Ruth tenía todo en su contra, nunca se rindió. El asesino de su hija purgará 60 años en prisión. La sentencia máxima por feminicidio

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Escrito en GUANAJUATO el

Ya le había fallado una vez. Una segunda, ya no. Repitió Arturo una y otra vez en estos últimos 3 años. Y aunque tenía todo en su contra, no tuvo miedo, ni se rindió. Desde el día de la desaparición de su hija y hasta el día del juicio final, no descansó. Todos los días salió a la calle, en búsqueda de cualquier pista que le ayudará a descubrir, lo que pasó con Francia.

Para Arturo Ibarra y su familia, la agonía empezó el sábado 5 de diciembre de 2016. Su joven hija, llamada Francia Ruth no regresó a casa. No le entraban llamadas a su teléfono. Estaba apagado. Había dejado plantada a una amiga en el cine. Y nadie sabía, dónde podía estar.

Francia, no se ausentaba de esa manera. Mucho menos sin avisar.

Ante la inusual desaparición de la joven educadora, cerca de las 9 de la noche, sus papás alertaron a toda la familia. Francia no regresaba. No contestaba. Estaban desesperados. No la encontraban y no era normal.

Rápidamente sus hermanas, su mamá, sus tíos y sus primos se movilizaron, para localizarla. Unos fueron a los hospitales, otros se comunicaban con sus amigos, también marcaban a su escuela, pues ahí, fue el último lugar donde sus papás la vieron.

Ese día, nada se logró. En la Fiscalía no levantaron denuncia sobre su desaparición. Tenían que pasar 72 horas, por tratarse de una mujer de 25 años de edad.

La mañana de ese sábado, Francia salió de su casa en Los Naranjos. Su mamá la llevó a su escuela de Idiomas. Tenía examen de inglés. Cuando llegaron, Francia se despidió y bajó del coche. Antes de cerrar la puerta, pidió a su mamá que, en esta ocasión no volviera por ella, que prefería regresar en camión.

Francia nunca volvió.

-Ese día traía puesta una blusita tipo suéter, peludita. Como de peluche. Tenía un pantalón negro. Zapatitos color beige, con agujetas. Una mochila con monitos amarillos, anaranjados, de diferentes colores. Recuerdo muy bien la imagen de ella así vestida, entrando ese día a la escuela-, recordó Ruth, la mamá de Francia, en su declaración durante el juicio.

La única suposición sobre el paradero de Francia. Tenía que ver con el muchacho ‘que era su novio’, un joven del que sabían muy poco. Y mismo con el que se iría a comer, ese día.

Días después, de la escuela se logró saber que, Francia tomó su curso de manera normal. Al salir, la vieron irse con ‘su novio’. Al que describieron como un joven güero con ojos de color y cabello largo.

Ese joven se llama Emmanuel Denalí Valdés Bocanegra. Dato conseguido por los tíos y primos de Francia. Mismos que ayudaron a localizar el domicilio del muchacho, en Aguascalientes. Estado, que coincidía con la poca información que los papás de Francia conocían.

A tres horas del lugar natal de Francia Ruth, empezó el suplicio de Arturo Ibarra. El señor viajó más de 125 kilómetros para obtener la segunda pista sobre el paradero de su hija. Allá averiguó que, Emmanuel es hijo de un catedrático especialista en química de la Universidad de Guanajuato.

La pista de Aguascalientes, lo llevó hasta Guanajuato capital. Ahí, encontró al papá de Emmanuel. Después de varios intentos logró hablar con él. El señor dijo a Arturo que, probablemente los muchachos se habían ido a la playa. Arturo tuvo una esperanza. Misma que se vino abajo, casi inmediatamente. El señor negó brindarle cualquier contacto e información de Emmanuel. Argumentó que no hablaba, ni sabía nada de su propio hijo.

Cuando Arturo terminó la charla con el papá de Emmanuel. El señor, reportó ante la Fiscalía a su hijo como desaparecido.

Las abuelitas de Francia también marcharon buscando justicia para esclarecer su asesinato.

De regreso en León y con ayuda de la computadora personal de Francia, Arturo logró averiguar la ubicación del departamento de Emmanuel en la ciudad. Al llegar a la dirección obtenida, el escenario fue bastante desalentador. Francia había registrado su entrada al edificio. Pero no su salida. Ya habían pasado varios días. Y ese día, nadie le abrió.

Al día siguiente de la visita de Arturo, en ese mismo edificio, ubicado en Cumbres de San Isidro. Encontraron los restos de una persona. Los fragmentos corporales estaban en una bolsa negra. El cuerpo fue descuartizado y deshecho en ácido. A simple vista era imposible conocer la identidad. El bote lleno de químicos y con una sustancia espumosa, seguía ahí. La mochila, zapatos, el celular y los artículos escolares de Francia, estaban en otra bolsa. En el mismo lugar.

Una prueba de ADN confirmó que los restos óseos encontrados, eran de Francia.

Dos días después del terrible hallazgo, capturaron a Emmanuel en Ciudad de México. Lo acompañaba su hermano. Su familia pretendía internarlo en una clínica psiquiátrica.

Todo esto pasó en menos de 10 días. Los primeros, de una historia de poco más de 3 años. Tiempo en el que Arturo, buscó una y otra pista que ayudara en el caso de su hija.

En CDMX los papás y hermanas de Francia también marcharon.

El caso tenía un panorama difícil. El departamento de Emmanuel estaba casi limpio. Era difícil establecer una causa de muerte. Faltaban partes del cuerpo de Francia. Pocas cosas vinculaban a la víctima con el asesino. Emmanuel cometió un asesinato casi limpio. Pero Arturo lo persiguió sin descanso. Y lo desenmascaró.

Cumbres de San Isidro, es una colonia que ahora Arturo, conoce muy bien. Sabe que comercios están alrededor. Conoce a los vecinos. Conoce a los guardias de seguridad. Pero, sobre todo, conoció a través de las voces, el perturbador tipo de persona que era Emmanuel en su entorno.

El guardia de seguridad, que presenció el registro de Francia en el edificio, desapareció de la faz de la tierra. Él quería contribuir al caso, pero después, ya no apareció.

En un Kínder de la zona, Arturo descubrió que, entre el asesinato de Francia y la captura de Emmanuel, un periodista se acercó para pedir las imágenes de las cámaras. Argumentando la investigación del asesinato de una mujer en la zona. Emmanuel era “el periodista”. Limpiaba todo el rastro posible, que pudiera incriminarlo.

En la marcha del domingo 8 de marzo en este 2020, Arturo revivió el caso de su hija. Ese día rompió en llanto. No sabía que pronto ganaría la batalla.

Arturo tenía muchas cosas en contra. Se encontró con muchos obstáculos. Tantos, que tuvieron que pasar 3 años para que el caso pudiera concluir. Desde aquel día de diciembre de 2016, Arturo persiguió diariamente la justicia para su hija. Buscó testigos, pidió ayuda, datos de Emmanuel, cualquier cosa.

Y no recibió solo una, sino varias denuncias de más mujeres que había vivido cosas aterradoras a su lado. Incluso, se acercaron papás, que perdieron sus hijas en condiciones similares. La diferencia entre ellos y Arturo, es que Arturo si dio con Emmanuel y los restos de su hija. Ellos no.

La defensa millonaria de Emmanuel apeló una y otra vez. Querían hacerlo pasar por un sujeto que padecía de sus facultades mentales. No lo lograron. En otro momento Emmanuel dijo que Francia le pidió ayuda para morir. Sus pruebas, no procedieron. Sus testigos, fueron anulados por ser considerados ilegítimos. Un mes antes del juicio final, el prestigioso buffet que lo defendió todos estos años, abandonó el caso. A Emmanuel, su familia lo dejó solo.

Después de un largo camino y una desgastante lucha. Emmanuel recibió la pena máxima por el delito de feminicidio. Sesenta años de cárcel. Las pruebas de la Fiscalía eran suficientes para incriminarlo. Emmanuel perdió todos sus derechos.

No sabemos de otro caso por el que se le investigue, pero del asesinato de Francia Ruth no se escapó.

Esta lucha es de Arturo Ibarra Serrano, un hombre de 57 años, papá de 4 hijas, esposo de la misma mujer por más de 30 años. Maestro de tiempo completo. Y un incasable justiciero.

“Agradezco a todos quienes me ayudaron y acompañaron. En especial a mi esposa, que siempre estuvo al pie del cañón al cuidado de mis hijas. Mis cuñadas y cuñados. A mis sobrinos. Mi mamá y hermanas. A mis compañeros de trabajo, a mis alumnos. A mis asesores jurídicos, perdón si los fastidie con mi constante búsqueda. Estoy infinitamente agradecido con su lucha. Al juez Medina Meza, gracias por darle justicia a mi hija. A los licenciados: Gerardo, Gibran, Raquel y Guillermo, gracias por todo. Gracias al jefe de la Unidad de Homicidios y a todo su equipo. Gracias por creer en mí. Gracias al licenciado Barroso y a toda la Fiscalía. Perdón, si no recuerdo el nombre de todos. Infinitas gracias, por ayudarme a conseguir justicia para mi flaquita”, con la voz cortada Arturo agradeció, y así cerró un episodio que parecía imposible.

Por Scarleth Pérez, reportera en La Silla Rota y prima-hermana de Francia Ruth.