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Mujeres indígenas hacen malabares para sobrevivir en cruceros de León

Antes vendían dulces. Hoy compiten con los tragafuegos y malabaristas

Escrito en GUANAJUATO el

El semáforo se pone en rojo y una mujer indígena se para frente a los coches.

Entonces saca dos pelotas y empieza a hacer malabares. Primero arroja una pelota azul y luego una pelota rosa. Una azul y una rosa. Una azul y una rosa. Es el primer nivel de complicación del malabarismo: Con dos pelotas.

Ella se llama Rosa. Usa un huipil azul de Chiapas, bordado a mano. Se pone una gorra para taparse del sol y un cubrebocas para prevenirse del coronavirus.

“Gusta cooperar”, dice al final de su acto, mientras recorre carro por carro, a ver si le dan una moneda. “Gusta cooperar”, insiste, en el bulevar Las Torres, esquina Morelos.

Rosa es originaria de un pueblo de Chiapas. Se salió de casa por invitación de su hermana, con la intención de venir a León a ganar dinero. Su hermana la convenció de dejar todo atrás para venir en busca de oportunidades.

Rosa habla tzotzil. Ella casi no entiende el español.

“No hablo castellano”, dice. “Solo poquito”, platica.

Rosa explica que la situación económica en Chiapas está complicada. “No hay trabajo. Venimos aquí”. Ella no conoce León. Nunca había escuchado de esta ciudad. No conoce casi nada de León, solo el bulevar Las Torres y otro bulevar “que está por allá”.

Antes, hace años, Rosa había salido de su pueblo a las grandes ciudades. Pero su familia vendía dulces y semillas. Ellos salían a vender productos y regresaban al pueblo el fin de año para ver a la familia. Pero hoy día ya no es suficientes vender dulces o productos novedosos en los cruceros, como pelotas o juguetes.

“Mi hermana me dijo debo usar pelotas”, explica Rosa.

La tendencia es hacer malabares en los cruceros.

Las mujeres indígenas se han dado cuenta que si hacen malabares les va mejor. Ellas se han tenido que adaptar a las circunstancias. En estos tiempos, hay muchachos que hacen malabares con siete pelotas, se paran de cabeza, dan vueltas en el suelo, caminan sobre cuerdas flojas o tragan fuego en los cruceros y ellos son los que se llevan las monedas. Así que los indígenas tienen que aprender a hacer malabres.

“Mi hermana usa tres pelotas”, dice Rosa, apuntando con su dedo índice hacia el otro lado de la calle, donde está su hermana. “Yo no puedo”, platica. Y hace una pausa.

“Voy a aprender”, afirma Rosa, muy segura.

FOTOS: LA SILLA ROTA

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