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Leyendas de Guanajuato: el puente de Tarimoro donde se apareció el diablo

Las mujeres encapuchadas le concedieron un beso a Miguel y cuando se descubrieron la cara, la imagen que tenía enfrente lo horrorizó

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Escrito en GUANAJUATO el

En el Puente del Barrio en Tarimoro existe una leyenda, dicen que desde que algo extraño pasó, las personas ahora cruzan con un rosario en la mano y una estampita de santo. Según los habitantes ahí se aparece el diablo.

En su libro de Mitos y Leyendas de Guanajuato, la Secretaría de Turismo recopila, entre muchas otras, la historia de Miguel un joven que tuvo una experiencia paranormal en el puente de un arroyo muy caudaloso.

Cuenta la leyenda que Miguel, ebrio después de jugar a las apuestas y pasar la noche con mujeres, alcohol y amigos se retiró del bar donde estaba y sin imaginarse lo que podría pasar desafió al diablo.

“Si me sale el diablo, me le enfrento, ¿qué tan bravo ha de ser?”, expresó temerario y siguió su camino. En la oscura madrugada y de camino a su casa, embriagado se topó con dos mujeres en el bosque. 

Ellas, gentiles, le ofrecieron ayuda cuando lo vieron caminar con dificultad. “Nosotras te llevamos, Miguelito”, le dijeron con amabilidad. Jamás les vio la cara, pero aceptó su ayuda.

Antes de llegar al puente, ellas lo dejaron y él les pidió un beso. Sin dudarlo, las mujeres encapuchadas se lo concedieron y cuando se descubrieron la cara, la imagen que tenía enfrente Miguel lo horrorizó. 

Su rostro estaba lleno de lunares y espinillas, sus ojos eran negros como el carbón y penetrantes, y su nariz era grande y deforme. Ellas no lo soltaban, pero el pobre Miguel luchó por zafarse de los brazos de las monstruosas criaturas. 

Cuando lo hizo corrió hasta su casa y se topó con su madre profundamente dormida quien preocupada le dijo que estaba amarillo del susto. Él le explicó lo que había pasado y le juró no volver a salir de fiesta como lo hacía.

La historia de Miguel se corrió por todo el pueblo y fue así como decidieron que si debían cruzar el puente, lo harían con un rosario en la mano y la estampita de un santo. 

La historia, de Aurelio Conejo Rubio, fue adaptada por el cronista de Guanajuato José Eduardo Vidaurri.