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La última llamada de Yuyo y su amigo antes del ataque en anexo

Yuyo fue una de las víctimas del tiroteo en el anexo de Irapuato, tenía 16 años. Un día antes platicó con su amigo Beto, así fue la conversación

Escrito en GUANAJUATO el

“Estaba contento porque él quería ser una persona diferente. Hablé con él el martes, estaba feliz porque iba cumplir su proceso, le faltaban tres semanas. Yo iba a las juntas, platicaba diario con él”, cuenta Beto, amigo de ‘Yuyo’.

Beto rememora la llamada que tuvo la semana pasada con su mejor amigo Jesús Morales, a quien llamaban ‘Yuyo’. Un niño al que conoció desde la infancia, seis años respaldaban su amistad. Solo se ganaban por un año, vivían en la misma colonia, El Naranjal. El barrio los unió, y cuando se encontraron en el mismo Centro de Rehabilitación la relación se forjó aún más.

“De hecho yo estaba en el Centro de Rehabilitación, él me decía que ya quería ser diferente. Estaba bien chavito, tenía 16 años. Yo lo conocía desde que estábamos chavitos, desde los 10 años. Entré yo –al anexo- y a los dos días entró él”, platica Beto con voz tímida y en ocasiones con un nudo en la garganta.

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Yuyo al frente de la fotografía, al fondo su amigo Beto (Foto: redes sociales)

A Beto y a ‘Yuyo’ los unían las ganas de cambiar. Ambos cayeron en picada hacia las drogas. Beto tiene 17 años, y ‘Yuyo’ tenía 16. Los dos estaban internados en el anexo ‘Buscando el Camino a Mi Recuperación’, en Irapuato. Las llamadas, los mensajes y las visitas son ahora un puñado de recuerdos.

Las balas acabaron con la vida de ‘Yuyo’, aquel 1 de julio. Cuando tres hombres armados llegaron al anexo y preguntaron por una persona en específico, cuando los chicos le dijeron que no estaba ahí, les dispararon a sangre fría. Había una veintena de cuerpos tirados en la habitación del segundo piso. Entre ellos este menor de edad, al que le faltaban tres semanas para rehabilitarse.

Jesús decidió internarse por su propia cuenta, así como él había otros tres menores de edad en el Centro de Rehabilitación (Foto: redes sociales)

‘Yuyo’ tenía una patineta, le gustaba el skateboard, también el fútbol. Beto dice que, incluso los equipos le pagaban para jugar en el mismo barrio. Su habilidad con el balón era uno de los deportes que tanto disfrutaba. Quería ser barber shop y cortar cabello. Además terminaría de estudiar la preparatoria. Muchos sueños que no eran suficientes para un adolescente de 16 años, quería devorar el mundo.  

Su amigo relata sus últimos días: “Él quería dedicarse a cortar pelo, dedicarse a eso de barber shop. Quería seguir estudiando la preparatoria, quería terminarla”.

Jesús era de tez morena. Era delgado, con ojos rasgados y lo describen como un niño tranquilo. Su debilidad en el algún momento fue fumar marihuana, dice su amigo Beto. Por esta razón él mismo decidió internarse. Su proceso iba durar cuatro meses, cada día veía más cerca el volver a casa.

Beto cuenta que a ‘Yuyo le ayudaba mucho “eso de los cristianos”. Todos los sábados iba un grupo de personas a orar con los internos y a cantar alabanzas. El Centro de Rehabilitación grababa a los internos bailando y cantando “de hecho salimos en un vídeo”, platica Beto.

A Yuyo le gustaba salir a patinar y jugar fútbol (Foto: redes sociales)

“Nos trataron a todos como si fuéramos su familia, sus hijos del señor Erasmo y su esposa nos trataban bien, nunca nos hicieron nada malo”.

Los internos vivían en una casa amarilla de dos plantas. Con ventanas grandes y portón blanco. Entre calles sin pavimentar y en una zona aparentemente “tranquila”. El Centro de Rehabilitación se ubica en Jardines de Arandas, en la colonia Arandas.

Desde hace más de un año se volvió un refugio para aquellos que pensaban cambiar su rumbo y alejarse de las drogas. Aunque era un anexo clandestino, aseguran que “era un buen lugar”, y que “no había golpes” como en los otros Centros.

Fachada del anexo en dónde ocurrió el ataque, en Irapuato. (Foto: Buscando el Camino a Mi Recuperación A.C.)

 

 

Beto llegó al Centro de Rehabilitación dos días antes que ‘Yuyo’, ahí se encontraron. “Él no sabía que yo estaba ahí. Cuando llegó me miró y cuando llevábamos un mes ahí, me decía que no quería echar a perder su vida”.

“Yo entré por tres meses, él por cuatro, yo salí el sábado de ahí. Cuando yo salí me decía que me quedara otro mes para salir juntos. Con eso me quedé, me hubiera quedado para que no se hubiera ido solo”, dice Beto.

El 1 de julio ocurrió la masacre, sobrevivientes cuentan que los sicarios gritaron "Venimos de parte del señor Marro" (Foto: SSC Irapuato)

Sus tres meses de recuperación terminaron el sábado 28 de junio, cuatro días antes de la tragedia. Beto cumplió su periodo, y a su amigo Yuyo le faltaban tres semanas.

Ambos crecieron en El naranjal a unas cuadras del anexo, a cinco minutos caminando detalla Beto. Los dos convivieron con la misma gente, comieron en la misma mesa y trataron de rehabilitarse a la par. Cuando le preguntamos a Beto si se consideraba un chico sano o distinto después de esta ‘recuperación’ dijo: “no me considero sano, pero me voy a dejar de drogar en memoria de Yuyo. Era mi mejor amigo, donde quiera andábamos juntos”.