Main logo

La explosiva fiesta de San Juan de la Vega

Desde hace 400 años, todos los martes previos al inicio de la cuaresma, el pueblo de San Juan de la Vega en Celaya, festeja a San Juanito con martillos explosivos. Parece zona de guerra, pero solo es la fiesta del pueblo

Por
Escrito en GUANAJUATO el

No me duele, es más ni siento, seguiré tronando para festejar a mi patrón, este momento lo esperé por un año. Ramiro habitante de San Juan de la Vega tiene los brazos salpicados de sangre, heridas de las quemaduras ocasionadas por las chispas de los explosivos. El hombre dijo estar orgulloso de sus raíces, mientras preparaba su siguiente trueno con casi medio kilo de explosivos.

No muchas mujeres truenan los martillos, pero si ayudan a los hombres a preparar el martillo.

Ramiro mostrando su hombría, levantó el pesado martillo y se adentró en el campo de batalla. Ahí, los hombres demuestran quien explota con su fuerza el petardo más grande. Varios como él, cargan enormes marros con los que truenan estruendosos y sórdidos explosivos al mismo tiempo. Ramiro se perdió entre las nubes blancas de humo, con la imagen de San Juanito, el festejado, pintado en una capa en su espalda.

La fiesta en San Juan de la Vega

Parece zona de guerra, pero no, solo es una fiesta en San Juan de la Vega. La tradición de cada año. La comunidad se encuentra en el municipio de Celaya en Guanajuato. En los cinco días previos al miércoles de ceniza, el pueblo celebra con un explosivo carnaval, al que consideran el patrono de su pueblo, San Juanito.

Relatos de los ancianos del pueblo, cuentan que San Juanito en realidad fue San Juan Bautista, un hombre que ayudaba a los más necesitados. Otros cuentan que, San Juanito fue un rebelde que además de luchar contra una turba de ladrones que tenía azorado al pueblo, también robaba a los ricos para ayudar a los pobres. Fue la misma comunidad quien lo volvió santo. Aunque no hay una versión oficial de la historia, la fiesta a San Juanito es celebrada desde hace más de 400 años por los habitantes de San Juan de La Vega.

A San Juanito lo llevan hasta el campo, en dónde explotaran los martillos en su honor.

En los cinco días de carnaval, la comunidad revive con representaciones los hechos que marcaron la historia de su pueblo. En el último día, el más esperado, la gente no duerme. En diferentes procesiones, recorren las calles. Y cerca de la media noche, de todos los martes previos al inicio de la cuaresma, los habitantes de San Juan de la Vega, reviven la batalla que en sus inicios vivió la comunidad.

El enfrentamiento solo es representado con el sonido de miles de explosivos tronados con la fuerza de los hombres del pueblo. La mayoría de los habitantes, participan en el festejo. En el caso de los hombres, casi todos salen a las calles con la cara cubierta, una mochila cargada de explosivos y un pesado marro cargado al hombro.

Es cuestión de hombría, tronar explosivos con los pesados marros.

Es tradición

Ángel David, un niño de 11 años corre por la calle entre la oscuridad de la madrugada. El pequeño va al frente de un grupo de siete niños. Todos traen la boca y la nariz cubierta con un pañuelo, una mochila con kilos de explosivos colgada en la espalda, una cinta, un marro y tapones en los oídos.

El pequeño plática que toda la noche, él y sus amigos tronaran explosivos por las calles de San Juan de la Vega; y que ese día, son felices, pues en toda la noche sus papás no los andarán buscando.

-Heyyy, párate ahí. Detente, ya no corras. Vamos a tronar- gritó José a Ángel David.

Para los niños, participar en la fiesta es parte de su iniciación como habitantes dignos de San Juan de la Vega.

Los pequeños hicieron una parada en el pórtico de una casa, ahí descargaron. Abrieron sus mochilas, sacaron las cintas y los petardos. Pegaron los explosivos a las cabezas de los martillos, estaban listos para tronarlos. Cargaron los pesados marros en el hombro, uno a uno caminaron a la mitad de la calle. Con todas sus fuerzas levantaban el martillo para después dejarlo caer a toda velocidad. El explosivo al impactarse con el asfalto, tronaba estruendosamente. El sonido de la explosión reventó el cristal de la ventana de una casa. Los niños rieron, cargaron todo y se echaron a correr.

Al igual que Ángel y sus amigos, cientos de personas truenan explosivos por todas las calles del pueblo. El fuerte sonido de las explosiones es constante. Algunas se escuchan cerca, otras lejos. Parece zona de guerra. Pero sin destrucción. El olor a azufre quemado prevalece en las calles. Y aunque se podría pensar que una densa neblina ocasionada por el frío, empaña la vista, no es más que el humo ocasionado por las explosiones provocadas.

Los químicos

Los petardos utilizados en la celebración se hacen de forma artesanal por los mismos habitantes. Solo utilizan 2 ingredientes: clorato y azufre. A 5 kilos de clorato le echan medio kilo de azufre. La mezcla tiene que estar bien revuelta y completamente molida. El polvo explosivo es vaciado a una envoltura de papel, de forma cilíndrica. El químico tiene que comprimirse para que con el golpe explote.

-¿Dónde compran los explosivos?

- Aquí mismo, en la comunidad entre todos los conseguimos. Nos cuesta 100 pesos el kilo de clorato y el azufre, nos lo regalan. Platicó Andrés, un joven que estaba sentado a la orilla del campo en el que se hace la representación final de los martillos explosivos. El joven de 16 años tenía una cubeta entre sus piernas. Ahí estaba mezclando los dos químicos para hacer más petardos. En la madrugada se acabó los que había preparado días antes, dijo.

Quemar pirotecnia esta prohibido y es peligroso. Conseguir los químicos es difícil, no los encuentras en cualquier lugar. Pero para los habitantes de San Juan de la Vega, este impedimento no los detiene. Ellos están dispuestos a todo por tal de continuar con su tradición.

El campo de batalla

A las afueras del pueblo, en un terreno junto a las vías del tren, se hace la representación explosiva más grande del carnaval. Son las 9 de la mañana, la población desvelada llega poco a poco. La gente busca un espacio libre alrededor del campo, ahí se instalan. Los hombres, niños y adolescentes se alternan para entrar al campo. Todos llevaban un marro con explosivos al hombro.

Los estruendos no paran, cada vez son más constantes y más fuertes. Unos cuantos hombres, salen volando al explotar los enormes petardos. Es cuestión de hombría tronar el explosivo más grande. Muchos ya traían las manos y brazos quemados, a algunos la sangre les brota. A otros el marro, que sale disparado por la explosión les abrió la cabeza. Ellos caminan cubiertos de sangre entre la estela de polvo. Pero eso, no los detiene. Seis ambulancias con varios paramédicos, atienden a los heridos. Muchos regresan al campo de batalla.

Los heridos, muestran orgullosos la sangre que su tradición les ocasiona.

Los hombres de San Juan de la Vega antes de aprender a hablar, aprenden a tronar explosivos a martillazos.

Los martillos explosivos: cuestión de historia

La peligrosa tradición ha prevalecido, a pesar de que en muchas ocasiones la han intentado desaparecer. Incluso en medio de la festividad, la policía ha implementado redadas para detener a los habitantes. Ellos unidos, defienden a golpes su festividad.

-¿Usted cree que van a poder quitarla? Tiene cientos de años de existir. Mis hijos, mis nietos, todos la han vivido. Empiezan con petardo así chiquito y ya de grandes hacen petardos de hasta un kilo. Es nuestra tradición, son nuestras raíces. Y siempre las vamos a defender.

La señora, defendió su tradición. Y dijo que aunque la quieran prohibir, los habitantes no lo permitirán.

Muy pocos son los guanajuatenses que conocen esta fiesta de más de 400 años. Las autoridades no le dan difusión, es un festejo que no apoyan por su peligrosidad. Sin embargo, apoyan a la comunidad con seguridad y atención médica.

La fiesta a San Juanito, no se puede prohibir, no se puede quitar y tampoco se puede ocultar. Las raíces y costumbres del pueblo están bien arraigadas por sus habitantes quienes orgullosos, esperan cada año para hacer explotar sus martillos.