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La voz de un guardabosques: Miguel relata cómo es cuidar la Sierra de Lobos

Miguel Ciénega, de 57 años, ama la naturaleza desde pequeño. Hoy resguarda, junto a tres hombres, la Sierra de Lobos, un área natural protegida de Guanajuato

Escrito en GUANAJUATO el

San Felipe-. “En nuestras manos está contaminar lo menos que se pueda para no autodestruirnos”, esta es la frase más impactante que Miguel Ciénega, de 57 años, da al cierra la llamada telefónica, pero, antes de eso nos explica por qué es tan importante preservar la naturaleza y en que consiste la labor de un guardabosques en la Sierra de Lobos.

Don Miguel es el responsable, junto a tres hombres, de un trabajo que le gustó desde pequeño: cuidar la naturaleza.

La tarea de un guardabosques es “preservar y vigilar el área natural protegida, la Sierra de Lobos”, que mide 127 mil hectáreas y comprende los municipios de León, Ocampo y San Felipe, es una de las más grandes del estado.  

Miguel se levanta todos los días antes de las 5 de la mañana para irse a trabajar. Toma su radio, su cámara fotográfica y se va en su camioneta, labora 24x48. Vive en una casa de El Duraznal, una comunidad de Sierra de Lobos. Diario despierta entre el cantar de las aves y el olor a tierra mojada.

Ahora lo llaman “Lobo”, así identifican a los guardabosques, pero utilizan un número para diferenciarse: “lobo 1”, “2”, o “3”.

 

CAZA, ANIMALES E INCENDIOS, SU PELIGRO INMINENTE

Junto a dos hombres más se encarga de evitar la caza de animales, aunque tengan que enfrentarse a personas agresivas con armas en la mano.

“Hay mucha gente aficionada a la caza, entonces nos llueven reportes de que se escuchan detonaciones el fin de semana (…) que han visto, que vehículos, y hacemos presencia prácticamente con la unidad. Si vemos a alguien le explicamos primero que está prohibido, que están dentro del área natural, y que definitivamente no pueden hacerlo, salvo con un permiso, pero no hay permisos ahorita para esa actividad”.

Así, pacíficamente, los guardabosques resguardan a los animales que convirtieron la sierra en su hábitat.

Además de evitar la caza, protegen la zona de la contaminación que la misma gente provoca, también se enfrentan al peligro de ser atacados por la fauna o por las llamas de un incendio forestal.

Librando estos riesgos, él y sus compañeros se trasladan en un vehículo oficial y recorren la sierra.

“Recorremos muchos puntos, y fines de semana tenemos mucha chamba, con los paseantes que nos hacen favor de visitar el área, como es el caso del kilómetro 20 de la León-San Felipe, las presas y otros lugares bonitos que la gente visita el fin de semana”.  

Imagen de la Sierra de Lobos (Foto: cortesía)

UNA INFANCIA NATURAL

Enamorado de su trabajo y amante de la naturaleza, Miguel resume su labor recordando su niñez y el gusto por convertirse en lo que ahora es.

“Me gusta precisamente esto, guardar el bosque, porque han venido personas de Guanajuato y hasta de México a ver la calidad de fauna que todavía tenemos, a mí me llama mucho la atención, desde niño me encantan los venados, la naturaleza, entonces a mí me encanta mi trabajo”.

A Miguel le vienen a la mente sus discusiones de la infancia, en las que peleaba con sus padres para evitar la tala de árboles.  

Él y dos hombres más, trabajan como guardabosques para el Estado, con la intención de crear conciencia a los visitantes de la Sierra de Lobos, que en algunas ocasiones contaminan el lugar o van de cacería.  

“Nosotros como guardabosques tenemos la tarea, primero, de recordarles que estamos dentro del área natural, segundo, que pongan su granito de arena para que nos ayuden a cuidarla, y tercero que no estén extrayendo, maltratando la naturaleza, porque es muy fácil destruirla, pero muy difícil de restaurarla”.

Los guardabosques no solo preservan la sierra, también la fauna que habita ahí. Desde venados, coyotes, gato montés, y reptiles y aves como el cascabel, las águilas, cuervos, y gavilanes. Aunque en algún momento uno de sus compañeros captó en una grabación a una parejita de pumas.

MÁS PELIGROS EN SU TRABAJO

Don Miguel habla sobre los peligros de su trabajo y suspira para contar la anécdota de uno de sus compañeros, quien libró la muerte al salir corriendo de la sierra tras escuchar de cerca un puma.

“Escuchó un puma muy cerca (su compañero), él andaba haciendo monitoreo biológico con puntos GPS y coordenadas en un cañón y no le quedó de otra que correr. Nosotros conocemos el área natural protegida como ella a nosotros, en un caso de esos uno ya sabe para dónde correr, aunque sea de noche y esté oscuro”, relata Don Miguel.

Otro de los riesgos que corren en su labor son los incendios forestales, que “atacan” principalmente en los meses de mayo y junio.

“Hay temporadas del año en que contratamos brigadas para que nos ayuden con la limpieza, eso generalmente lo hacemos como en los meses de mayo y junio porque generalmente en esas fechas todavía hay incendios que trabajamos conjuntamente con Bomberos y Protección Civil, y otras instituciones que nos ayudan con los incendios forestales, que vaya que nos atacan”.

Miguel y sus compañeros se han enfrentado al fuego que intenta devorar el área natural protegida, han librado incendios, pero también “maltratos” de personas que menosprecian su labor.

“Nos ha tocado vivir desveladas, maltratos, pero también hay gente que nos agradece, nos echa porras”.

El explorador no entiende el comportamiento de la gente, su molestia hacia su labor,  lamenta que los agredan cuando son “gente que de ahí se mantiene, se sustenta”.

El título de guardabosques Miguel se lo ganó hace tres años, aunque desde hace cinco ha hecho labores para resguardar la naturaleza. Su sueño de niño se cumplió y ahora vive en un área natural protegida.

FOTOS: CORTESÍA