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Cuarenta años después, alumnos no olvidan a maestros golpeadores de León

Los adultos de hoy recuerdan su niñez en las escuelas de León de hace décadas, cuando se creía que la violencia servía como estímulo para el aprendizaje

Escrito en GUANAJUATO el

León.- En León existió una vieja escuela de maestros de primaria que golpearon por décadas a miles de niños, quienes hoy recuerdan con resentimiento dichos excesos de los docentes.

Personas que actualmente rondan los 70 años de edad, aún recuerdan con desagrado la vieja escuela de la educación en las colonias céntricas de León, donde muchos maestros enseñaban a leer, escribir y hacer cuentas matemáticas con golpes, muchos de los cuales sobrepasaron la línea del castigo.

En las redes sociales se ha llegado a señalar que el principal promotor de dicha escuela fue el padre finado Jesús Lira, mejor conocido como el Padre Lira, quien tenía su escuela a un costado de la iglesia de Lourdes en Mariano Escobedo esquina con Benito Juárez.

El Padre Lira fue reconocido como un gran profesor de primaria y secundaria, un gran conocedor de las ciencias naturales, matemáticas, física y química.

Sin embargo, su método no siempre fue un aliciente para mantenerse estudiando en su escuela, pues muchos de los estudiantes fueron golpeados en exceso.

En el Centro de León, quienes fueron sus alumnos recuerdan su castigo favorito, “La Luna” el cual consistía en inclinar a los niños traviesos o burros en un círculo y pegarles en las nalgas con una regla (metro) de madera, todo por el simple hecho de no llevar una tarea, no haber estudiado un tema o estar inquietos o corriendo en el salón de clases.

Una de las frases del sacerdote era que en su salón de clases “no quería albóndigas con patas sentados”, además de aventarles el borrador si los atrapaba hablando.

Muchos padres de familia de las décadas de los 50 y hasta los 80, decidieron mantener a sus hijos en dicho plantel educativo, porque decían en otras escuelas que salían bien preparados de primaria y secundaria, además de que se les inculcaba la religión católica. El padre Lira obligaba a sus estudiantes a confesarse una vez al mes.

En 1985, cuando Mariano Escobedo pasó de ser una calle de la Zona Centro a convertirse en el bulevar paralelo al Eje Adolfo López Mateos y cruzaba toda la ciudad, las obras de ampliación ocasionaron que la escuela del Padre Lira se cuarteara, después con la construcción del puente vehicular, los salones del área de varones, amaneció derrumbada y el municipio decidió tirar toda la vieja escuela de adobes.

El enero de 1986 el Padre Lira murió en edad avanzada, vecinos de la Juárez señalaron en su momento que falleció de tristeza al ver su escuela derrumbarse. Actualmente el Colegio del Padre Lira junto al templo de Lourdes, continua con el nuevo modelo educativo y sin dichas prácticas.

Otro plantel que también educó por décadas bajo el sistema de castigos a sus alumnos fue el Colegio Independencia de la maestra Josefina. En la década de los 60 y 70 se ubicó en la Calle Rosas Moreno en el Barrio de San Juan de Dios, y para mediados de los 80 se trasladó a la calle Justo Sierra casi esquina con Miguel Alemán.

La maestra Josefina daba clases en primer grado, y sus castigos se basaban en golpes con el borrador en las manos y jalones de patillas o de oreja a los alumnos que no trabajaban.

El plantel contaba con otras maestras, hermanas de Josefina, quienes al ser más jóvenes, muchas veces también cayeron en excesos con los alumnos, a quienes castigaban con más fuerza.

Ulises, quien nació en Mariano Escobedo, recuerda que la maestra Mikaela de segundo grado era más agresiva con los castigos, lo mismo que Guadalupe de Tercero, pues tenían los mismos métodos de golpear con el borrador en las manos, jalar el cabello, las orejas, las patillas, golpear las caderas con una regla.

“Yo decidí abandonar la escuela cuando pasé a Cuarto grado, pupes me tocaría con la maestra Hilda, decían que era la peor de las hermanas maestras, castigaba muy fuerte con la regla en las manos, y con jalones de oreja”.

Actualmente dicho plantel educativo ya no existe, en su lugar se creó un estacionamiento y el colegio desapareció.

Otra de las escuelas que también tuvo fama por contar con maestros que castigaban fuerte a sus alumnos fue la escuela pública Nicolás Rangel (Matutino), ubicada en Emiliano Zapata casi esquina con Rosas Moreno.

Jesús estudió allí en los 80, y recuerda que el profesor que más castigaba a los niños era el maestro Juan de Primer grado, con métodos muy parecidos al que utilizó por décadas el Padre Lira.

“Recuerdo muy bien al maestro Juan que nos pegaba con la regla en las manos o de repente en las nachas y a veces hasta con el borrador del pizarrón, el maestro Juan se pasaba”.

El hermano de Jesús también recuerda con desagrado que la maestra Bertha de la Nicolás Rangel le llegó mencionar con coraje que no lograría ser un buen maestro.

“La Maestra Berta la recuerdo porque ella le dijo a mi carnal que él nunca iba a lograr ser Maestro, a mi ella no me toco que me diera clases”.

Otros casos se recuerdan en la escuela pública Martín Muñoz, ubicada en la avenida Campeche en la colonia Obrera, pegada al Centro de la ciudad. Los alumnos recuerdan que los castigos de las maestras bajo el mismo método de castigo.

Quienes marcaron huella por los excesos fueron las hermanas Amparo y Martha Araiza, así como la maestra Mike.

La escuela recibía estudiantes de las colonias cercanas como Chapalita y Bellavista, uno de ellos fue Pablo, quien a finales de los 70 tuvo clases con las tres maestras en diferentes grados.

La maestra Martha fue la que más castigo daba a los alumnos por no llevar tareas, por platicar en clases sin permiso, o por el simple hecho de levantarse sin autorización.

La docente aplicaba la misma técnica, las letras con golpes entran. Uno sus castigos favoritos era pedir a los niños que cerraran los puños y les pegaba encima con el borrador o con la famosa regla larga de madera.

“Las dos maestras eran hermanas y pegaban, daban reglazos en las manos con los puños cerrados y nos jalaban las patillas”, recuerda el estudiante.

En esa misma escuela recuerda que una maestra uso una técnica de psicología inversa, pues lo mandó sentar en la fila de los burros. Pablo sintió que estudiaba lo suficiente como para estar en la fila de los aplicados que sacaban nueves y dieces.

La maestra siempre le mostró calificaciones de seis a sus trabajos y tareas, pero al final del año escolar, cuando se le entregó la boleta final a su mamá, la maestra dio el cartoncillo lleno de nueves y dieces, producto del esfuerzo del niño estudioso, quien ahora recuerda que esta técnica hizo sufrir de estrés a muchos niños sin necesidad, ya que por más esfuerzo que hicieron, nunca pudieron sentarse en la fila de los aplicados.

Curiosamente, en todos estos planteles nadie recuerda que hayan castigado de la misma forma a las niñas, el castigo siempre estuvo dirigido a los varones.

En la actualidad, los adultos hombres de 40 a 70 años que cuentan las historias de como aprendieron las letras y las matemáticas cuando eran niños, son motivo de bromas sociales, pues nadie les cree que existieran esos maestros castigadores. miles de niños

Para fortuna de las nuevas generaciones, dicha técnica prácticamente se encuentra desaparecida del centro de León y colonias aledañas.

PR