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¿Cómo es la vida de un migrante de Oaxaca en León?

En la colonia Bellavista hay cuatro domicilios en los que se refugian 5 familias de Oaxaca. Su día inicia con la venta de semillas y dulces. También andan por los cruceros en busca de una moneda. Así son los días de un migrante en León

Escrito en GUANAJUATO el

Es común ver a migrantes vender dulces, o pedir una moneda por las calles de León. Pero, ¿cuál es su lugar de origen?, ¿dónde viven?, ¿cómo son sus días? La Silla Rota presenta la  rutina común de los migrantes de Oaxaca, que viven en la colonia Bellavista de León.

Jaime se levanta todos los días y toma su canasta de semillas para salir a vender a los cruceros. Menos los jueves, ese día descansa. Tiene 21 años y lleva cuatro años viviendo en León. Llegó a la ciudad porque sus padres migraron aquí desde que eran jóvenes, pero ellos van y regresan a un pueblo de Oaxaca.

“Diario me salgo a vender semillas, vendemos eso desde siempre, porque nos ha ido bien. Eso nos da pa’ comer. Ahorita mis papás están allá, pero yo aquí me quedé con mis tres hermanos”.

Esta es la fachada de su vivienda 

Su puerta tiene el número 410 y está en la calle Rivera. Él y su familia viven en una vecindad.

Jaime lavaba su ropa, era su día de descanso. Mientras tendía las prendas platicaba que el comercio es la única manera en la que sobreviven. Sus estudios llegaron hasta la secundaria. Y hasta ahora no ha decido continuar porque les va bien, dice.

Jaime disfrutaba de su día de descanso 

También confesó que a veces extraña a sus padres, pero ellos se dedican a sembrar semilla en su lugar de origen.

“Pues a veces si los extraño. Una vez a la semana me hablan, qué cómo estamos, qué como nos va y ya. Pero pues que podemos hacer”.

José es otro de los migrantes, pero él vive unas calles más atrás, en la Reforma. Su casa es color naranja, con una puerta roja.

Esta es la casa de José, uno de los oaxaqueños

El migrante caminaba con su canasta de semillas, como un día cualquiera. Platicó que en un buen día de venta gana 500 pesos. Lleva 8 años viviendo en la ciudad, pero su camino es como el de un nómada, va y regresa a su pueblo por temporadas.

“A veces me voy, unos dos meses, pero luego me regreso. Así es, ir y venir, ya llevo 8 años aquí. Y solo me dedico a esto, al comercio. La gente si nos compra”.

Era la una de la tarde cuando salió de su casa y cerró su portón. Su jornada laboral termina a las 9 de la noche. Trabaja todos los días, de lunes a domingo. Sus principales puntos de venta están en la zona centro.

Esta es la vista de la calle Reforma, en la colonia Bellavista

José tiene 27 años y sus experiencias en León lo han hecho tomar la decisión de quedarse. Dijo que el comercio les ha funcionado, a él y a su familia.

Sobre la misma calle en la que vive hay otra vecindad. Al contar unos diez pasos, está el domicilio con el número 617. En ese lugar viven dos chicas junto a sus hijos, rentan un cuarto, de diez que hay.

Esta es la imagen de la vecindad, en ella hay 10 habitaciones

Al tocar la puerta abrió un niño, de unos 13 años. Dijo que no estaban las mujeres, que se habían ido a trabajar.

“Es que se fueron a trabajar y llegan como a las 9 de la noche, se fueron las dos con sus hijos”.

La entrada al cuarto de las chicas es un pasillo muy angosto. Sus puertas estaban cerradas, habían salido a vender o a pedir dinero. Las paredes están desgastadas y son de tabique, no hay mucho color. Hay dos perros que parecen cuidar a los habitantes de la vecindad, que son otra familia y una señora que vive sola.

Las puertas permanecían cerradas porque salieron a vender

Una de las vecinas, conocida como ‘la muñeca’ aseguró que en uno de los cuartos duermen hasta 8 hijos de las indígenas. Platicó que la renta ahí es de 500 pesos, y mucha gente se acerca al lugar por el bajo precio.

‘Lena’ es otra de las señoras que viven en Bellavista, también conoce los domicilios de los migrantes y aseguró que la mayoría llegan a rentar departamentos en esa colonia, pero desconoce el motivo.

El pequeño se asomó por el balcón del tercer piso

Muy cerca de esa vivienda se asomaba un niño por un balcón despintado, solo miraba a los lados, como esperando a que llegaran sus padres. Él también pertenece a una familia migrante, y sus parientes salieron a comercializar, como los otros cuatro personajes de esta historia. Son personas que salen de sus casas con la esperanza de regresar con un plato de comida, que abandonaron su pueblo natal y su dialecto mixteco para llegar a la urbe. Así es la vida de un migrante de Oaxaca en León.