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13 de septiembre en Celaya: el día que una catastrófica inundación amenazó

El 13 de septiembre pero del 2003, Celaya estuvo a punto de volver a vivir una fuerte inundación como la de 1973, o como recién ocurrió en Tula, Hidalgo

Escrito en GUANAJUATO el

Un día como hoy, 13 de septiembre pero del 2003, Celaya estuvo a punto de volver a vivir una fuerte inundación similar a la de agosto de 1973, o como recién ocurrió en Tula Hidalgo la semana pasada. Esto fue debido a un plan de emergencia que casi se ejecuta en ese entonces de abrir en su totalidad las compuertas de la presa Allende, desfogar grandes volúmenes de agua al río Laja y reducir el peligroso nivel de almacenamiento que registraba en ese momento.

"Un auténtico milagro nos salvó"

Incluso, al enterarse por las autoridades de la CONAGUA de lo que estaba por ocurrir en una amplia zona de Celaya, el presidente municipal José Mendoza se desmayó, y el presidente municipal electo en ese entonces, José Rivera Carranza, se puso pálido sin poder decir palabra alguna durante algunos minutos, de acuerdo a testigos en esa reunión que confirmaron la información.

La historia inició unos días antes. Debido a la fuerte temporada de lluvias de ese año, con las abundantes precipitaciones y escurrimientos en la zona que alimenta la presa Allende desde Ocampo, San Felipe, Dolores Hidalgo y San Miguel, la presa rebasó su Nivel Máximo Ordinario (NAMO) de 150 millones de metros cúbicos el 7 de septiembre.

El NAMO es un nivel intermedio para el control de almacenamiento de agua en las presas y así evitar que alcancen su Nivel Máximo Extraordinario (NAME), que en el caso de la presa Allende era de 250 millones de metros cúbicos en ese entonces (Hoy es de 241 Mm3 para dejar un “colchón de seguridad” de 9 millones).

Al haber rebasado el NAMO de 150 millones de metros cúbicos, el monitoreo de entrada de agua a la presa Allende se hizo permanente y debido a los fuertes escurrimientos por las constantes lluvias de esos días, el nivel siguió incrementándose de manera alarmante.


Es por ello que las autoridades de la CONAGUA decidieron abrir la presa de manera gradual para tratar de equilibrar las entradas y salidas de agua, pero seguían las fuertes lluvias en la zona noroeste del Estado y los escurrimientos de entrada a la presa eran más elevados que los volúmenes de salida.

Primero abrieron a 50 metros cúbicos por segundo, luego 100. En 24 horas subió a 150, luego a 200, hasta llegar a los 300 metros cúbicos por segundo. Aún no existía el malecón o Parque Lineal, por lo que tal cantidad de agua empezó a desbordarse del río Laja en esa zona y causó inundaciones en las colonias Progreso Solidaridad primera y segunda sección, Del Bosque, y en Jardines Tercera Sección.

El 12 de septiembre entraron casi 10 millones de metros cúbicos a la presa para alcanzar los 142 millones de almacenamiento, es decir, a 8 de llegar a su nivel máximo extraordinario, su límite final. Ninguna presa por seguridad estructural debe rebasar ese nivel, por ello las autoridades de la CONAGUA consideraron ejecutar un plan de emergencia para evitar que llegase a ese volumen de almacenamiento.

 


El plan consistía en una acción drástica: abrir las compuertas de la presa Allende a su máxima capacidad, es decir, 600 metros cúbicos por segundo. Esto provocaría una saturación excesiva sobre el río Laja, con fuertes desbordamientos sobre todo en las partes más bajas donde casi no había bordos.

Tal cantidad de agua terminaría por inundar la zona de las colonias Jardines, Del Bosque, Progreso Solidaridad y llegaría hasta la zona centro con afectaciones en todas las colonias que hay de por medio.

Para tratar de evitar que el agua subiera de manera considerable en la ciudad, se ideó un plan complementario: en Soria, Comonfort, “reventar” con maquinaria la represa derivadora y dejar que el agua fluyera hacia las comunidades en la zona norte del municipio. Se perderían miles de hectáreas de cultivos y las comunidades de esa zona quedarían inundadas, pero se evitaría que el agua subiera demasiado en la mitad de la zona urbana.

El viernes 12 de septiembre por la noche, reunidos en las oficinas de la Comisión Nacional del Agua, en ese entonces en el centro comercial Plaza Dorada, al enterarse del escenario catastrófico que se venía para el municipio, el presidente municipal José Mendoza Márquez, hombre de rostro duro y decisiones firmes, perdió fuerzas y se desmayó. El presidente electo, José Rivera Carranza, invitado a esa reunión para conocer el panorama que le esperaba enfrentar, se puso pálido, el rostro se le desencajó y se quedó sin palabras durante algunos minutos.

Era imposible calcular una cifra precisa en cuanto a pérdidas económicas, pero estimaciones en ese momento indicaban cientos de millones de pesos en daños que habría tanto en la ciudad, como en las comunidades afectadas.


Sólo había una posibilidad para evitar esta nueva inundación en Celaya: esperar la noche del sábado 13 de septiembre y que no lloviera nada en la cuenca del río Laja aguas arriba, es decir, en la zona donde se generan los fuertes escurrimientos en San Felipe y Dolores Hidalgo hacia la presa Allende, aunque los pronósticos señalaban que seguirían las lluvias abundantes para ese día.

Mientras la hora llegaba con esa mínima posibilidad para evitarlo, se acordó esperar para avisar a la población. Si empezaban a llegar reportes de lluvias abundantes como se habían presentado en cada uno de los días anteriores en la zona de escurrimientos, se daría aviso de la emergencia a la gente a través de los medios de comunicación y se procedería a la evacuación de las zonas donde se pensaba habría más afectaciones.

A las 3 de la tarde de ese mismo 13 de septiembre, el entonces presidente Vicente Fox llegó a Celaya con su esposa Martha Sahagún y cinco secretarios de su gabinete. Visitaron el albergue instalado en el Auditorio Tresguerras, en donde ya había 860 personas refugiadas de las colonias inundadas hasta ese momento en la zona sur-oriente del municipio.

No mencionaron lo que podría ocurrir en unas horas, sólo hablaron de los planes de ayuda que llevarían a cabo en los días siguientes.

El presidente Fox dijo que “su gobierno no dejaría sola a Celaya” y que “los celayenses cuentan con todo el apoyo del gobierno federal frente a las inundaciones”. El Secretario de Gobernación, Santiago Creel, dijo que se establecería de inmediato un “puente aéreo” para llevar víveres a la población y que por parte del FONDEN ya estaban listos por lo menos 20 millones de pesos (de ese entonces) para ayudar a la gente con la pérdida de sus bienes materiales.

El Secretario de la Defensa Nacional, Clemente Ricardo Vega García, dijo que por parte del Ejército se enviaría maquinaria y soldados para  dar atención a las zonas afectadas y ayudar en la reconstrucción una vez que haya pasado el temporal. Cristóbal Jaime Jaquez de la CONAGUA, aseguró que monitoreaban la presa Allende en todo momento y su volumen almacenado.

Por parte del Secretario de Agricultura, el celayense Javier Usabiaga, dijo que lo importante era ver cómo sacar el agua de las 10 mil hectáreas agrícolas afectadas en la zona norte del municipio. Josefina Vázquez Mota de la Secretaría de Desarrollo Social, aseguró que se repartirían 20 mil despensas entre la población de Celaya y se destinarían 5 millones de pesos para un programa de empleo temporal.

El gobernador, Juan Carlos Romero Hicks, aseguró que “la situación estaba controlada” y pedía a la gente que “en las zonas más afectadas no dudaran en dejar sus viviendas e ir a los albergues para salvar sus vidas”.

Al escuchar a los funcionarios federales y estatales, parecía un operativo demasiado grande para los daños que había hasta ese momento. ¿Un “puente aéreo de ayuda humanitaria”, 20 mil despensas listas, despliegue del Ejército y 20 millones del FONDEN ya disponibles para reparar los daños por las inundaciones de máximo un metro de altura hasta ese momento en algunas casas de la colonia Progreso Solidaridad y Del Bosque?

No. Mas bien, estaban anunciando a la gente las acciones a seguir en caso de que se cumpliera el peor escenario, aunque a este no lo mencionaron.

El Presidente Fox y su comitiva se retiraron para visitar Salamanca que tenía más afectaciones que Celaya en ese momento por el desbordamiento del Río Lerma en varias zonas.

Cerca de las 5 de la tarde en la represa derivadora de Soria, en Comonfort, llegaron las máquinas retroexcavadoras de la CONAGUA con sus operadores. Las acomodaron y las dejaron en posición, listas para empezar a trabajar en cuanto llegase la orden. La indicación era destruir la estructura de la represa para que el agua inundara la zona norte de Celaya a través de la saturación de los canales de riego que utilizan esta misma agua.

Al final de ese día pasaron algunas horas, llegó la noche… y ocurrió el milagro: ya no llovió en la cuenca del río Laja aguas arriba. Es más, los reportes por teléfono de la gente al pendiente de las lluvias en esa zona, indicaban que en ese momento había un “hermoso cielo estrellado como pocas veces se había visto”.

Incluso no nada más ese sábado, sino que durante casi una semana no volvió a llover en la zona de escurrimientos, lo que permitió mantener el desfogue de 300 metros cúbicos por segundo unos días más sin incrementar las afectaciones, luego empezaron a disminuir los volúmenes de salida de manera gradual a 250, 100, 50. Una vez que la presa recuperó su nivel máximo ordinario para el control óptimo, cerraron las compuertas. Celaya se había salvado de una nueva inundación.

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